2.1.2 Naturaleza de los Indígenas

Al descubrir América los peninsulares se dieron a la tarea de determinar qué eran los indígenas, cuál era el lugar que ocupaban en la escala de los seres vivos; ubicar la naturaleza de los nativos fue la condición para justificar e modo en que habrán de ser tratados.

Para ello en 1512 los reyes españoles organizan la Junta de Burgos. Como resultado de esa reunión, Juan de Palacios Rubios, eminente jurista de la Corte escribió un tratado acerca de esas cuestiones. En él, distingue dos tipos de servidumbre: la legal y la natural. Para explicar la primera, acude a las Sagradas Escrituras y sostiene que, en el principio, Dios creó al hombre racional, hecho a su imagen y semejanza, dominara sólo sobre los irracionales y no que el hombre dominara a otro hombre. Pero este estado de libertad e igualdad terminó con el pecado del primer hombre, Adán. Concluida esta edad de inocencia, aparecieron las guerras, la fundación de reinos y el derecho de gentes.

El derecho de gentes permitió que el vencedor de una guerra se apropiara de los bienes capturados, y los vencidos pasaron a ser esclavos del vencedor. Gracias a este derecho, los hombres se dividieron en tres clases: libres, esclavos y libertinos.

Al estudiar el tema de la servidumbre natural, Palacios Rubios retoma la filosofía política de Aristóteles. En el marco de su Filosofía política de Aristóteles. En el marco de su Filosofía aristotélica estimaba que ser hombre es ser pensante, racional, conformado por dos elementos principales: El espíritu es lo perfecto y, lo corpóreo, lo imperfecto.

Dada esta ordenación, lo imperfecto debe someterse a lo perfecto. Violar este principio es ir contra la ley natural. En un esclavo tiene preeminencia lo corporal, lo natural, lo alejado de la razón, por lo que resulta obvia su inferioridad con relación al amo. Aristóteles no negó que el esclavo tuviera cierta capacidad para comprender la razón, pero ésta sólo se manifiesta para recibir órdenes y ejecutarlas, sin alcanzar a explicarse por qué obedece.

De cualquier manera, el esclavo es superior a las bestias, entiende e interpreta la palabra porque obedece las órdenes que recibe. En resumen, el esclavo es un subhombre, cuya única virtud es la de ser un objeto de uso, apto para transformar a la naturaleza en beneficio del otro, el amo.

Palacios Rubios concluye que los indios, en tanto bárbaros e infieles, están bajo el dominio cristiano. En caso de no admitir a los predicadores de la fe, se puede entablar con ellos una guerra justa y esclavizarlos. En ese caso, la esclavitud será de orden legal. Pero si los infieles no se oponen a la predicación, pueden ser llamados esclavos “ en sentido lato “, es decir, se les llama siervos, sirvientes. Esta servidumbre fue introducida por el “ derecho de gentes “, ya que es conveniente para el hombre imprudente ser gobernado por el sabio y experimentado.

Como derivada del derecho de gentes, esta servidumbre es natural, “o sea, contra el infiel que resiste se apela a la guerra y a la esclavitud legal; contra el obediente puede esgrimirse la servidumbre natural fundada en la ineptitud o barbarie”49 Sin embargo, clérigos que se interesan vivamente por las problemáticas abordadas en la junta de Burgos, como fray Bernardo de Mesa, proponen la formación de un gobierno intermedio entre la libertad y la esclavitud.

La justificación del dominio a través de sus discursos se desarrolla en confrontación con otros que niegan la esclavitud, y critican severamente a los conquistadores. Tal es el caso de fray Julián Garcés quien, en su carta latina a Paulo III, expresa:

Es tiempo de hablar contra lo que han sentido mal de aquellos pobrecitos indios, y es bien confundir la vanísima opinión de los que fingen incapaces y afirman que su capacidad es ocasión bastante para excluirlos del gremio de la iglesia. Se trata de una “falsa doctrina”, instigada por Satanás, es voz que sale de las avarientas gargantas de los cristianos cuya codicia es tanta que, por poder hasta su sed, quieren porfiar que las criaturas racionales hechas a imagen de Dios, son bestias y jumentos.50

Sin embargo, la controversia a favor o en contra de la servidumbre encuentra su nivel más alto en las personas de Juan Ginés de Sepúlveda y fray Bartolomé de las Casas, justo poco después de haberse establecido las encomiendas en la Nueva España. Es decir, cuando los españoles se han repartido a los indígenas y los hacen trabajar para ellos, bajo la doble forma de servidumbre personal o entrega de tributo. Ginés de Sepúlveda, hombre de formación renacentista, conocedor profundo de le Filosofía de Aristóteles, quien leyó en griego y tradujo al latín, en su libro Tratado sobre las justas causas de la guerra contra los indios, sostiene que por ley natural los indios deben someterse a los españoles por voluntad o por la fuerza. Desde luego, en Sepúlveda es evidente la Filosofía antropológica de Aristóteles expuesta anteriormente al hablar de Palacios Rubios.

Contra la violencia destructora del conquistador y ante el discurso legalizador de la conquista, es elaborada la obra del fraile Bartolomé De las Casas. Lo que busca es limitar la autoafirmación del dominador, para ello es necesario reconocer el dominador su naturaleza racional. De las Casas parte de la Filosofía de Santo Tomas de Aquino para afirmar que los indios son hombres, en tanto tienen razón y manos. Razón y manos, son las cualidades indiscutibles de los hombres, y de los indios.

“Todos, dice fray Bartolomé, tienen entendimiento y voluntad, todos cinco sentidos exteriores y sus cuatro interiores y se mueven por los objetos bellos. Todos se huelgan con el bien y sienten placer con lo sabroso y alegre, y todos desechan y aborrecen el mal”. 51 Los nativos, aun con su cultura diferente a la europea, son hombres y por principio tienen todos los derechos inherentes a la persona humana. En la obra de Bartolomé de las Casas surge una revaloración del indígena. Lo que se ha dado en llamar el discurso paternalista. En los inicios de la conquista, el dominador es el único valioso para sí mismo. Posteriormente, se desarrolla el proceso de

49 Zavala, Silvio: La filosofía política en la conquista de América. FCE, México, 1993, P..

50

Magallón A. Mari: Dialéctica de la Filosofía latinoamericana. Una filosofía en la historia. UNAM, México, 1991, P. 81.

51 Historia de las Indias. T. II, P. 334.

evangelización, posibilidad para el surgimiento de un discurso propio del dominado que es, precisamente, el discurso paternalista. De las Casas se esfuerza en pacificar las almas resentidas de los indígenas a causa de la violencia armada. Para ello predica la resignación:

He enseñado –dice, citando una historia de la vida de San Pablo– que quienes por su alimento y vestido tienen una vida mediocre, deben estar contentos; he enseñado que los pobres deben regocijarse en medio de su pobreza… He enseñado que los hijos deben obedecer a sus padres y escuchar sus saludables amonestaciones… He enseñado que los amos deben conducirse más humanamente con sus siervos; y he enseñado que los siervos deben servir fielmente a sus amos, como si sirvieran a Dios.

De las Casas reivindica la humanidad del indígena. Aun así, no es indígena el que habla de sí mismo. Es recobrado como hombre por alguien que viene de otra cultura, de aquella que participa el conquistador, es decir, De las Casas legitima la relación del dominio, aunque ya no deben guiar a los indios hacia el cristianismo mediante la predicación y el ejemplo. mediante la fuerza, sino en la relación padre-hijo. Según el pensar lascasiano, los españoles

La relación conquistador-conquistado se ha de organizar desde un proyecto de salvación

o condenación de las almas. El conquistador debe cambiar la injuria y la violencia por la palabra que, de un modo u otro, sigue siendo la suya, pero ahora suavizada por una actitud paternal.

Con el desarrollo que hemos hecho de la problemática referente a la naturaleza de los indios, te habrás dado cuenta que la Filosofía, en tanto interpretación racional y totalizadora del hombre y su mundo, sirve tanto para justificar una situación de opresión como para criticarla.

En lo que se refiere a la determinación de la naturaleza de los indígenas, se toma como punto de partida a Aristóteles y su definición de hombre, como ser racional, a la cual se agrega otra propiedad de origen religioso: ser cristiano. Estas características no las encuentran en los indios y las convierten en argumentos para justificar ideológicamente las acciones de rapiña y servidumbre de los conquistadores. Finalmente, De las Casas representa la corriente de intelectuales preocupados por introducir una forma de dominación definida como paternal. En ella el indio es hombre pero desvalido, en peligro de perder su alma, y al que hay que rescatar con el ejemplo y la palabra persuasiva. De

las Casas es el portador de una dominación no basada en la fuerza, sino en el convencimiento.

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