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Filosofía 2 – Sexto Semestre

1.5.2. La utopía

Muchos son los problemas que ha sufrido la humanidad y entre todas esas dificultades encontramos una que parece haber inquietado a los filósofos de todas las épocas: encontrar un sistema social adecuado a la naturaleza humana, la de una sociedad justa, ideal o mejor, para el hombre.

Frente al despotismo de los gobernantes, la banalidad y la corrupción pública, el desenfrenado deseo de poder, dominio y riqueza, los filósofos se han preguntado si no es posible modelar y construir una sociedad perfecta en la que se superen las grandes deficiencias observadas en la realidad social, política y económica.

Es así como se han aventurado a diagnosticar y a criticar los males y problemas de la sociedad que les ha tocado vivir, proponiendo modelos ideales de sociedades nuevas más justas y humanas a la luz de los principios filosóficos. No todas sus propuestas han sido lo suficientemente realistas, unas han sido más viables que otras.

Desde la época de la antigua Grecia el pensamiento filosófico se ocupó de esta problemática, pero a partir del Renacimiento la inquietud por esos mismos problemas adquirió mayores proporciones y un nuevo enfoque, tanto por la cosmovisión humanista y antropocéntrica, como por el desarrollo de las ciencias particulares. El descubrimiento de que había “otro mundo” fue uno de los detonantes. Así, algunos pensadores se preguntaron:

¿Es posible construir en ese nuevo mundo una sociedad mejor, sin los antiquísimos lastres del viejo mundo?

¿Qué cosas podemos aprender del nuevo mundo para cambiar este mundo (europeo) en el que vivimos?

Es en este contexto que se publica en diciembre de 1516, en Lovaina, una célebre obra, la Utopía, escrita por Tomás Moro (1478-1535.) De esa fecha hasta nuestros días son muchas y muy diversas las ediciones y traducciones que se han hecho de ella.

Lord Tomás Moro fue un hábil y experto político y jurisconsulto inglés de sólida formación humanista; fue canciller de Inglaterra cuando gobernaba Enrique VIII, mismo que lo mandó decapitar a causa de sus convicciones, de las que no claudicó.

La Utopía dio el nombre a todo un género de obras que se han publicado en los últimos cinco siglos. En todas ellas se cuestiona la sociedad de la época y se propone el ideal de una sociedad modelo.

Como ejemplo de utopías tenemos: Querella de la paz, escrita en 1529 por Erasmo y Concordia y discordia en el linaje humano. escrita en el mismo año por Juan Luis Vives; las dos son utopías político-pacifistas.

Del mismo Vives, en 1525 apareció una utopía social titulada Del socorro de los pobres y en 1531 una pedagógica titulada De las disciplinas.

Juan de Valdés publica en 1529 una utopía religiosa, Diálogo de doctrina cristiana y en ese mismo año su hermano Alfonso, una utopía política, El diálogo de Mercurio y Carón. En 1619 Juan Valentín Andrea escribe Cristianópolis; en 1627 Francis Bacon, Nueva Atlántida que es una utopía social científico-tecnológica; y en 1637 Tomasso Campanella también escribe una utopía social llamada Ciudad del Sol.

La lista podría alargarse hasta llegar a nuestros días con las utopías cibernéticas, las biotecnológicas y las atómico-espaciales, al grado de elaborarse un Diccionario Enciclopédico de la Utopía preparado por la Academia Utópica de Berlín. El impacto de este texto no sólo ha sido en el terreno literario o en el de las ideas, sino que también se ha dado en el campo de la realidad e inspirado diversos experimentos sociales.

Ejemplos de estos proyectos son sin duda los hospitales-pueblo, fundados por Vasco de Quiroga en el estado de Michoacán; la república modelo de Tierra firme y Verapaz, de Bartolomé de las Casas; los bancos de trabajo de Roberto Owen; las cooperativas de Mondragón en España y la Fundación Social de Colombia.

Sobre el experimento de don Vasco de Quiroga, el destacado filósofo mexicano Mauricio Beuchot dice: “Para remediar el mal que se les había hecho a los indios (Vasco de Quiroga), propone un gobierno político mixto: de indios y españoles, que fue considerado como utópico. Y sobre todo, quiso poner en práctica una utopía, la de Santo Tomás Moro, y estableció los hospitales-pueblo.”27

La palabra “utopía” servirá también para denominar al socialismo anterior a Marx, el cual sería llamado por él “socialismo utópico”.

27 Beuchot, Mauricio: Promoción humana y Utopía en don Vasco de Quiroga, pp.43-54.

Se sabe que Marx y Engels tuvieron a la Utopía como libro de cabecera y “la estudiaron a fondo para rastrear en ella la corriente histórico doctrinal del socialismo”28, pero como veremos más adelante, Tomás Moro rechazaba el colectivismo.

La Utopía se divide en dos libros: en el primero, entre otros temas, analiza la sociedad europea y especialmente a la Inglaterra de su época; en el segundo libro describe la república utópica.

Es una obra típicamente renacentista y humanista. En ella se ven claramente elementos de estas corrientes, como son la preocupación por el hombre, por su libertad y su emancipación; el retorno a los clásicos griegos y latinos, así como el recurso a la experiencia y a los hechos; el desgarramiento y desintegración espiritual, la preocupación por lo nuevo.

Como ya se dijo anteriormente, “renacimiento” indica volver a nacer, retornar a las fuentes originales, volver a lo clásico.

El humanismo es un movimiento de espíritu, a la vez estético, filosófico, científico y religioso… preparado desde largo tiempo antes por las corrientes sucesivas de la cultura medieval e intensificado por la difusión y el gusto de las obras griegas y latinas, se caracteriza por un esfuerzo… de revalorizar al hombre y su dignidad gracias a la penetración directa, real y vivificante de la cultura antigua en la moderna.29

La Utopía es una obra típicamente modernista, inspirada y fuertemente fundada en la cultura occidental, grecolatina; no obstante, es esencialmente cristiana. Sus antecedentes son la República de Platón y La Ciudad de Dios de San Agustín.

En su obra Tomás Moro reproduce el relato de un “bromista”, un narrador de “boberías o tonterías” llamado Hitlodeo (del griego itleo, que significa bromear, chancear o decir tonterías), un marinero imaginario, acompañante de Américo Vespucio.

“Utopía” (procede del griego, y significa “no hay tal lugar”) es una supuesta sociedad situada en el nuevo mundo, en una isla en forma de media luna. El río que cruza la isla es el Anhidro (“el sin agua”) y el jefe supremo es el Ademo (“el sin pueblo”).

Hitlodeo cuenta maravillas sobre esa región y denuncia los males de los países europeos. Se plantea, entre otras cosas, por ejemplo, la cuestión de la creciente brecha entre ricos y pobres, algo parecido a lo que acontece en nuestros días: “…Un estado en el que lo mejor pertenece a los peores… un país en que unos cuantos individuos se reparten todos los bienes, disfrutando de las mayores comodidades, mientras la mayoría vive en miseria grande”.30

Según se narra en la Utopía, las ciudades utópicas están bien organizadas y han sido planeadas perfectamente. Están constituidas por núcleos de unidades habitacionales y

28 3 Engels, Federico, según cita de Manuel Alcalá en el prólogo a la Utopía de Tomás

Moro. Porrúa, México, 1990, p.28. 29 Phlippart, L. citado por Guillermo Fraile, Historia de la Filosofía T.III. BAC, Madrid, 1966, p.25. 30 Moro, Tomás: Utopía, p.30.

comunidades de producción. Los edificios de las unidades habitacionales donde viven los indígenas son cómodos, funcionales, agradables, bien decorados y con jardines.

La economía funciona maravillosamente, sin necesidad del dinero. Existe un excelente sistema de seguridad social que protege a los niños, ancianos, enfermos y a los utópicos en general. Todo mundo trabaja, y aunque solamente lo hacen tres horas por la mañana y tres por la tarde, no existe escasez de bienes debido a que no hay zánganos como en Europa. El resto del tiempo se emplea en el cultivo del espíritu y la ciencia.

En la isla se produce todo lo necesario, incluso un excedente que puede ser exportado. Todos pueden disponer de todo sin ninguna restricción o limitación, en este país no hay pobres. El egoísmo individual ha sido sustituido por el espíritu de solidaridad, fraternidad e igualdad.

Los habitantes de esta república son sumamente religiosos, pero a nadie imponen su religión; por el contrario, desean que voluntaria, racional y libremente los hombres se conviertan. A pesar de que no conocen el cristianismo, sus creencias son en el fondo las mismas de Cristo pero vividas realmente y no en apariencia como sucede en Europa. Se han convertido espontáneamente al cristianismo y esperan con ansia la llegada de los sacerdotes católicos que, según saben, son los únicos que pueden proporcionarles los sacramentos.

Consideran que la virtud es vivir según la naturaleza, y se obedece a la naturaleza siguiendo los gustos y repugnancias de la razón. Los placeres del espíritu proceden del ejercicio de las virtudes y de la conciencia de una vida buena. Su sistema legal es el más perfecto que se haya visto, ya que está fundado en un profundo sentido de justicia y reconocen una ley no escrita que deben respetar todos los hombres; sin embargo, tienen muy pocas leyes, porque creen que tener muchas es impráctico y hace imposible que todos las conozcan. En Utopía todos son expertos en derecho y pueden defender sus propios casos.

Las ciudades son dirigidas por “consejos” electos por la mayoría. Hay igualdad entre individuos de un sexo y otro, el ambiente es de total fraternidad entre los utópicos, incluyendo a los extranjeros también.

Todos tienen derecho a la educación y las mismas oportunidades para el desarrollo de sus capacidades intelectuales. También tienen el mismo derecho a satisfacer un mínimo básico de necesidades, incluido el descanso, el recreo y las diversiones sanas. Así como los utópicos gozan de derechos, también cumplen con sus deberes con gusto, alegría y satisfacción.

La Utopía se ha interpretado de diversas formas; algunas veces en un sentido colectivista. Por ejemplo, en 1890 Kautsky afirmaba que la utopía de Tomás Moro era un precursor fundamental del comunismo y que su pintura socialista lo había hecho inmortal.31

No todo mundo está de acuerdo con esta interpretación. Existen otras opiniones: “Quienes nos dan una recta interpretación de la doctrina comunitaria de la Utopía son H.

31 Kautsky, Karl J., citado por Manuel Alcalá, op. cit., p. 28.

W. Donner y W. E. Campbell”32, ya que este último ve en la figura de Moro un precursor de la Rerum Novarum del papa León XIII.

Aunque no puede dar su asentimiento a todo, al final de la obra Tomás Moro dice que en la república de Utopía se dan muchas cosas que desearía ver en las ciudades europeas. Cuando Hitlodeo afirma que no habrá forma de curar los males del cuerpo social mientras exista la propiedad privada, el mismo Moro replica que no podría vivir feliz en un régimen colectivista, porque donde las cosas se logran sin esfuerzo todos dejan de trabajar, pero no por esto opta por el individualismo. Hitlodeo responde a Moro que éste no tiene idea sobre el Estado utópico, a lo sumo tiene ideas falsas.

La conclusión que se obtiene es que Moro no opta por un modelo individualista ni tampoco por uno colectivista, sino por un sistema comunitario donde se respete la dignidad del hombre, su tesis es personalista y comunitaria. Es admirable su anhelo y deseo de justicia.

1.5.1. Idea General

Dentro de la problemática filosófica, en sus distintas y entrelazadas vertientes ontológicas, gnoseológicas y ético-morales, en el período renacentista se plantearon y desarrollaron muchos problemas filosóficos. Y tres de los más destacados y significativos en el plano filosófico-social y en el filosófico-político, lo fueron los referentes a las utopías, la justicia, y la política.

Las utopías renacentistas manifestaron la búsqueda, sublimada en expresiones literarias, de nuevos modelos de organización social que al menos idealmente superaran los defectos de la sociedad estamental y ciudades medievales, y aseguraran una vida social feliz. Esa felicidad que el hombre europeo moderno intentará, en el mejor de los casos, a través del Estado y la Ciencia modernas.

La justicia en su expresión jurídica, será replanteada por Francisco De Vitoria en su propuesta del Derecho de Gentes, que cuestiona la legitimidad de la soberanía española sobre los pueblos de las culturas autóctonas que se ubicaban en los territorios recién descubiertos, conquistados y dominados, y cuyo usufructo y abuso reclamaban como legítimo para ellos. Esa propuesta jurídica de Francisco De Vitoria, representa un antecedente importante en la historia del Derecho internacional moderno, que, trilladamente busca relaciones jurídicamente más justas para los diferentes pueblos del orbe.

La nueva filosofía política, significativamente representada por el pensamiento político de Nicolás Maquiavelo, esboza un individualismo burgués, para el cual el fin justifica los medios.

A continuación pues, nos ocupamos subsiguientemente, en este tema 1.5, del problema filosófico social plasmado en las utopías; del problema filosófico jurídico de la justicia en las interrelaciones con los pueblos recién descubiertos, el Derecho de Gentes; y finalmente, del individualismo manifiesto en la nueva filosofía política expuesta por Nicolás Maquiavelo. Problemas estos tres, que respectivamente aportaron en gran medida al proceso de deconstrucción del paradigma medieval y simultáneamente al proceso de construcción y consolidación del nuevo paradigma de la modernidad.

1.4.3 El Empirismo

Acordes con esos grandes cambios de la Revolución filosófica-científica y tecnológica desarrollada en los siglos XV, XVI y XVII, en el plano de la Filosofía en general y de la Gnoseología, Epistemología o Teoría del conocimiento en especial, se van a ir sucediendo una serie de discusiones respecto del problema del conocimiento. Es decir respecto del tradicional problema epistemológico de ¿Cuál es el origen y fundamento del conocimiento humano? Se irán vertiendo a lo largo de todos esos años, diversos puntos de vista. Los cuales en general, bien podemos agrupar en dos grandes vertientes o corrientes de pensamiento epistemológico, que serán las del Racionalismo y la del Empirismo. Diversos pensadores van a considerar, sin excluir a una u otra facultad humana, ya sea al entendimiento humano o la percepción sensible, que lo primordial es la razón, racionalistas, o que lo primordial es la experiencia sensible, los empiristas.

Esta llamada “polémica” o discusión extrema respecto del fundamento y origen mismo del conocimiento, se encuentra en la base y fundamento mismo de la Ciencia, la Filosofía y el paradigma de la época moderna.

Quizás lo más significativo de esta llamada “polémica”, radica en el hecho de que indirectamente vino a sustituir a la polémica medieval entre la Fe y la Razón. Discusión esta última que por lo general se inclina, en el período medieval, a pensar que la verdad por excelencia y la verdadera fuente del conocimiento, se encuentran en la Fe. Y aún más, que la verdad y la verdadera ciencia se encontraban el las sagradas escrituras. Pero esa vieja polémica entre la Fe y la Razón, ya desde el inicio del paradigma de la modernidad, como decimos, será sustituida por la nueva polémica entre la razón y la experiencia, desarrollada por diversos pensadores y estudiosos, de filiación racionalista y empirista, a lo largo de todo el siglo XVI y XVII, y aún más adelante.

1.4.2 EL RACIONALISMO

En la época antigua la problemática central de la Filosofía fue cosmológica, ya que giraba en torno al cosmos; en la Edad Media fue antológica, giraba entorno al ser, y en la edad moderna es antropológica y gnoseológica y se mueve en torno al hombre y al conocimiento. Por consiguiente, el problema central en la Filosofía moderna es el conocimiento. Aunque es un hecho que el hombre conoce, el asunto es explicar este hecho.

¿Podemos estar seguros de lo que conocemos? ¿Existe algún camino para obtener conocimientos ciertos? ¿De qué depende la seguridad de nuestros conocimientos? ¿Cómo conoce el hombre? ¿Con qué medios conoce? ¿Qué es el conocimiento? ¿Cuál es el origen del conocimiento? ¿Cuáles son los límites del conocimiento?

Se considera a René Descartes (1596-1650) el padre de la Filosofía moderna y, por lo tanto, antecedente de lo que conocemos como modernidad en Filosofía, en razón de la influencia posterior que ejerció sobre el pensamiento moderno y de las deformaciones que de sus teorías se derivaron. “Descartes es ciertamente uno de los hombres más responsables de la andadura y de la fisonomía de la era moderna que puede encontrarse particularmente caracterizada por … (la) cientificidad de la vida” 2

En sus obras se ocupa reiterativamente de los mismos temas: la duda universal, el método universal, el materialismo universal y la ciencia universal, el cogito, las ideas, el alma, Dios, el cuerpo y el mecanismo físico y biológico. Entre éstas destacan: El discurso del método, Meditaciones metafísicas, Reglas para la dirección del espíritu y Principios de la Filosofía.

La originalidad de Descartes consistió en pretender deducir con rigor lógico matemático toda la Filosofía y toda la realidad a partir de una idea innata. El intento cartesiano, o de Descartes, será racionalista e individualista, pretenderá proceder solo, sin ayuda de nadie, sin maestro, sin libros, sin la experiencia del pasado, recurriendo únicamente a su propia razón, a su razonamiento intuitivo: “Mi propósito es levantar el edificio de mis ideas y de mis creencias sobre un cimiento exclusivamente mío.” 3

Afirma haber tenido una intuición o visión. Sonó con una ciencia “universal” que abrazaba todas las cosas en una perfecta unidad específica. En esa “extraña intuición” se encuentra en germen la totalidad del racionalismo cartesiano. En vez de un conjunto de ciencias diferentes con su propio grado de inteligibilidad, abstracción, principios, métodos y certeza, englobó toda en una sola ciencia universal De todo el conocimiento el matemático le parecía el único seguro y sólido: “Las ciencias matemáticas eran las que más me agradaban, por la certeza y evidencia de sus razonamientos.” 4 Esa certeza proviene de la aplicación rigurosa de la deducción. Descartes creía que el método matemático podía aplicarse a todas las realidades, especialmente a las físicas, así que lo aplicó a todas las ciencias, dando como resultado

2 Válery, Paul: El pensamiento vivo de Descartes p. 27.

3 V. fascículo IV de Filosofía I. 4 Descartes, René: op. cit. p. 30.

la exitosa creación de la Geometría analítica. Estas ideas llegaron a culminar con la cuantificación de la vida. También vio a la Filosofía como un edificio en ruinas.

Cuando los habitantes de una casa corren graves peligros, ya sea porque los muros están en ruinas o porque los cimientos son poco sólidos, no les queda más remedio que derribarlas para volver a edificar.

Muchas veces es mejor tirar un edificio para construir otro nuevo, que reconstruir y adaptar habitaciones de edificaciones hechas con proyectos, finalidades y arquitectos diferentes. Se requiere, pues, construir totalmente el edificio, más que remodelarlo; de lo contrario obtendremos como resultado una obra mal acondicionada y mal readaptada. Se trata de partir de cero, sin los estorbos y las ruinas desastrosas del pasado.

La filosofía es también como un árbol, sus raíces son la Metafísica, el tronco es la Física y las ramas son las demás ciencias como la medicina, la mecánica y la moral. Es “el conocimiento perfecto de todas las cosas que el hombre puede saber, tanto de la conducta de su vida (moral), como para la conservación de su salud (medicina), y para la invención (mecánica)”.5

Descartes rechazó la Filosofía abstracta: lo que se necesita es una Filosofía concreta, que sea sabiduría de la vida y del dominio del mundo. Además, ésta debe construirse sobre cimientos sólidos, inconmovibles e incontrovertibles, debe construirse sobre principios ciertos, seguros e indudables que resistan la duda del más radical escéptico. Así como Arquímedes decía “dame un punto de apoyo y moveré al mundo”, Descartes dirá “dame un punto de apoyo y reconstruiré el conocimiento del mundo”. Pero, ¿cuál es ese punto de partida? Los sentidos no, porque nos engañan.

Sólo la razón es confiable, así que podemos dudar de todo. A partir de esa “duda universal” Descartes se dio cuenta de que si duda, piensa; si piensa, entonces existe. Descartes resume en cuatro las reglas de su método:

  1. Regla de la evidencia. Aceptar sólo como verdadero aquello de lo que estamos absolutamente seguros que es verdadero. Hay que desechar lo que sea dudoso, las ideas verdaderas son aquellas que percibimos clara y distintamente.
  2. Regla del análisis. Dividir en las partes que sea necesario para considerar cada parte por separado.
  3. Regla de la síntesis. Ascender de lo simple a lo complejo, recomponer las ideas simples.
  4. Regla de la enumeración y de la revisión. Enumerar cada uno de los pasos seguidos y revisar todo para estar seguros de no cometer error, ni omitir nada. La enumeración permite comprobar el análisis y la revisión permite comprobar la síntesis.

Descartes afirmaba que en medio de la duda universal se descubría una certeza fundamental que será el punto de partida de la reconstrucción de la Filosofía y esa certeza es: “yo existo”. Descubrió que ese yo piensa, y encontró también un criterio supremo de certeza: las ideas claras y distintas, criterio esencialmente racionalista.

5 Hirschberger, Johannes: Historia de la Filosofía, p. 30.

Tres son las ideas innatas e iniciales:

  1. La idea del yo pensante o alma, la cuales la base de su psicología.
  2. La idea de un ser perfecto e infinito que es Dios, y es la base de su teología.
  3. La idea de la extensión, materia o cuerpo, que es la base de su física.

A cada idea clara y distinta corresponde una clase de sustancia, que es algo que puede existir por sí misma; a la idea de yo, corresponde la sustancia pensante; a la idea de ser perfecto o Dios, pertenece la sustancia increada, perfecta e infinita, y a la idea de extensión, corresponde la sustancia corporal, finita y extensa.

El hombre para Descartes es un compuesto de dos sustancias distintas: alma y cuerpo, La esencia del alma es, ser sustancial pensante. La esencia del cuerpo es ser una sustancia “extensa”. Esta visión antropológica rompe con la filosofía de Aristóteles y Tomás de Aquino, para quienes el hombre es un solo ser, una sola sustancia, la unión sustancial entre cuerpo y alma.6

El cuerpo humano y los animales son como máquinas regidas por las leyes generales de la mecánica, compuestos únicamente de materia extensa. La vida se reduce a puro movimiento mecánico. Las leyes de la mecánica son las mismas que las de la naturaleza.7

El racionalismo cartesiano se encuentra en el método, en el modelo o tipo de saber que pretende alcanzar, en su demostración de la existencia de Dios y en su reconstrucción deductiva, de todo el saber. Asimismo, Descartes supone que la existencia se da cuando es “necesaria” y “a esta visión de lo necesario pretende acercarse tomando como vía de acceso la razón”.8

Más tarde Leibniz hablará de “verdades de razón” y distinguirá un doble orden de verdades: las de hecho y las de razón. Las primeras son contingentes, su contrario es posible, se refiere a las existencias, las conocemos a posterioridad, por la experiencia; se rigen por el principio de razón suficiente, que precisamente establece que nada existe sin razón suficiente, y necesitan demostración para reducirlas al primer principio. En cambio las verdades de razón son metafísicamente necesarias; su contrario implica contradicción y es imposible; se refiere a las esencias; las conocemos con certeza a priori, por intuición: como las verdades lógicas y matemáticas. Se rigen por el principio de la identidad según el cual todo ser es lo que es, o por el principio de contradicción, que es el principio de las verdades necesarias, según el cual de dos proposiciones contradictorias, una es verdadera y otra falsa: las verdades de razón no necesitan demostración.

Kant denominará a las verdades de razón juicios analíticos y a las verdades de hecho juicios sintéticos.9

Recluido (Descartes) en la interioridad de su pensamiento (cogito) con independencia de los sentidos y de la experiencia sensible, intentará demostrar:

6 V. Fascículo IV de Filosofía II. 7 Fraile, Guillermo: op. cit., p. 511. 8 Descartes, René op. cit., 23. 9 Fraile, Guillermo: op. cit., p. 526.

primero, la independencia del alma (pensamiento) respeto del cuerpo (extensión), y con ello su espiritualidad e inmortalidad; segundo, la existencia de Dios; tercero, la existencia y naturaleza del mundo corpóreo. Sobre esta arbitrariedad inicial reposa toda la Filosofía cartesiana, y esta es una de las causas de su escasa consistencia. 10

Se opondrá a la Filosofía aristotélica y tomista, al negar que todo lo que está en el entendimiento proviene de los sentidos: “Enseñan los filósofos una máxima que es de funestas consecuencias. Nada hay en el entendimiento que no haya impresionado antes a los sentidos. Las ideas de Dios y del alma nunca han pasado por los sentidos.”11

Descartes abordará la cuestión de Dios de manera racionalista. De su idea de Dios dependerá toda la reconstrucción racional y casi matemática del saber humano.

Lo verdadero de una cosa se identifica con el contenido en la naturaleza o concepto. Así la existencia necesaria está contenida en la naturaleza o concepto de Dios. Por lo tanto, es verdadero que la existencia necesaria está en Dios o, lo que es lo mismo, que Dios existe.

Su erróneo procedimiento consistió en pretender conocer la existencia en la idea. Conocer la existencia de Dios en la idea que tiene de lo sumamente inteligible, potente y perfecto. Su existencia es absolutamente necesaria ya que no se trata de la existencia sólo posible y contingente.

Así como en la idea de triángulo se contiene la idea necesariamente de que los tres ángulos de un triángulo son iguales a dos ángulos rectos, o sea 180°, así en la idea de los sumamente perfecto se contiene la existencia necesaria y eterna el ser sumamente perfecto “existe”.

No podemos concebir la idea o naturaleza de una cosa sin concebir al mismo tiempo sus propiedades esenciales. No podemos concebir la idea de triángulo sin que en su esencia se encuentre implícito que la suma de sus ángulos es igual a dos rectos, ni la de la esfera sin que todas sus partes disten igualmente de su centro, ni tampoco la idea del monte sin la idea de valle. En la idea objetiva de cada cosa está contenida la existencia, porque no podemos concebir nada sino bajo la forma de una cosa que existe.12

La esencia de Dios incluye “necesariamente” la existencia de Dios, y que es un ser “necesario” en razón de su perfección infinita. Igual que en la esencia de triángulo están contenidas sus propiedades esenciales, en la idea de Dios o ser perfecto e infinito está contenida la existencia “necesaria”.

Creía erróneamente que al intuir la esencia de Dios intuimos necesariamente la existencia de Dios, ya que en su idea está contenida su existencia necesaria, el existir pertenece a su naturaleza verdadera e inmutable, por lo tanto, evidentemente Dios existe. Esta prueba se basa en la realidad ontológica de la idea.

10 Ibidem, p. 534. 11 Maritain, Jacques: El sueño de Descartes y otros ensayos, p. 19. 12 Villoro Toranzo, Miguel: Teoría general del Derecho, p. 44.

Descartes demuestra la existencia de Dios con diversas pruebas:

  • Por la necesidad de la idea, por ser la causa del contenido de mi idea y por ser la causa de mi ser o existencia.
  • Él es la existencia por sí, ya que mi existencia viene de otro ser que es la causa del ser de todos los demás seres.

Descartes debió caer en un círculo vicioso al sostener la existencia de Dios con base en ideas claras y distintas y cuando sostiene la verdad de las ideas claras y distintas con base en la veracidad de Dios.13

Las cualidades primarias, como: la extensión, la dureza, la figura, el movimiento, el reposo, la gravedad y la atracción, son la únicas que son objetivas y que se hallan en los cuerpos. En cambio, las cualidades secundarias, como el calor, el olor, el sabor y otras, son subjetivas y producto de la acción mecánica de los cuerpos.

Sobre moral Descartes escribió muy poco, excluyó de su análisis crítico de la moral las verdades de la fe cristiana. Los hombres deben comportarse como buenos cristianos y buenos ciudadanos.

Aplaza la moral. Para él es necesario tener unas cuantas reglas morales provisionales en las cuales refugiarse, mientras se construye la casa. Su moral podría sintetizarse en las siguientes máximas:

  • La norma básica de conducta es evitar la inconstancia, la temeridad y adaptarse a las leyes, usos y costumbres del país en el que se vive, algo así como “al país que fueres haz lo que vieres”.
  • Conducirme por las opiniones de los más moderados.
  • Debo ser firme y resuelto en mis acciones.
  • Vencerme a mi mismo y cambiar mis deseos, en lugar de pretender que el mundo y la fortuna sean los que cambien.
  • Debo someterme a la voluntad de Dios, que es un ser infinitamente bueno.
  • Vivir de acuerdo con la recta razón. Las emociones (pasiones) deben ser reprimidas y dominada por la razón. En esto radica la dignidad del hombre, con lo cual se hace semejante a Dios.
  • Debo seguir la razón sin dejarme desviar por las emociones, ni las pasiones, como la admiración, el amor, el odio, el deseo, la alegría y la tristeza.

Descartes, al introducir el Racionalismo en la Filosofía moderna, olvidó el papel instrumental de la razón y atribuyó a ésta la función de crear la verdad. El método parecerá crear al objeto y confundirse con él.

Por Racionalismo no debe entenderse el “uso” de la razón, sino el “abuso” de la razón. Se trata de “ajustar todo el nivel de la razón” para crear fácilmente una ciencia que se ocupe de las cosas inteligibles como la Matemática, “hecha a la medida de la mente”,14 en la que la razón deduzca totalmente las leyes de la realidad.

13 Maritain, Jacques: op. cit., p.814 Hume, David: Del conocimiento, p. 40.

Esta doctrina parece olvidar que el conocimiento es un todo resultante de los sentidos y el entendimiento, y que en la vida intervienen las fuerzas de la voluntad y no sólo el entendimiento. Asimismo, para el Racionalismo la verdad se encuentra completamente del lado del sujeto, no nace del contacto vital con la realidad del objeto, la verdad nace de principios auto-evidentes de la propia razón. La realidad de la cosa e dudosa y no podemos conocerla.

La verdad no es dada por la evidencia o intuición del objeto real sino que se nos ofrece como sabiduría angelical que se basa formal y principalmente en la autoridad de Dios. Su orden es estrictamente teológico: se procede de Dios a la criatura, se trata de deducir de los atributos de Dios las primeras leyes del movimiento. Su física es una transposición indebida de la teología.

La influencia de Descartes será decisiva en la modernidad, pues las ciencias tenderán al modelo soñado por él. Se tenderá a alcanzar un conocimiento cierto, seguro, inmutable, universal, necesario, firme, establece, perfecto y capaz de resolver todos los problemas y dudas de manera deductiva como proceden las Matemáticas.

Concretamente, al aplicar este ideal de ciencia al derecho, surge el Racionalismo jurídico que florecerá en los siglos XVII y XVIII con el membrete de Escuela “Clásica” del Derecho natural. Un nombre impropio porque en realidad el verdadero jusnaturalismo es el de Aristóteles, el de algunos juristas romanos, el de Tomás de Aquino, y las escuelas que de ellos se desprenden entre las cuales se encuentra la de Salamanca, con De Vitoria a la cabeza.

La “jurisprudencia de conceptos” será también eminentemente racionalista: “se preconizó así la formulación de una serie de conceptos que descubriera esa naturaleza lógicodeductiva que procediera a través de las conexiones sistemáticas entre los conceptos y las proposiciones, a obtener unas conclusiones adecuadas respecto de las premisas de que en cada trato se tratara.”15 Entre otros filósofos racionalistas del derecho están Grocio, Pufendo, Leibniz y Kelsen.

El Racionalismo jurídico, a consecuencia de su método y de su visón limitada del conocimiento, ve al derecho sólo como un orden o sistema racional e inmutable. El derecho es asunto de coherencia lógica, no de valores o justicia. Igualmente conduce a graves errores, fatales en el campo de las relaciones humanas; un orden jurídico injusto conduce a graves errores, fatales en el campo de las relaciones humanas.

Un orden jurídico injusto podría ser derecho, sólo bastaría con que fuera racional, coherente o lógico. Lo real es sustituido por un sistema ideal, el orden racional adquiere valor sólo por sí mismo y no importa su correspondencia con la realidad.

Deductivamente, el racionalista obtiene conclusiones a partir de axiomas, juicios o principios evidentes, sin preocuparse de confrontarlas con la realidad. La realidad debe ser así; nuestras deducciones son válidas porque son el resultado de la correcta aplicación de las leyes de la lógica.

15 Idem p. 50.

El Racionalismo acierta cuando utiliza y propone a la razón para encontrar racionales de la realidad. Es así como debe construirse el conocimiento. Creemos que la razón puede obrar benéficamente para la reforma general que es tan necesaria, pero ante todo requiere curarse a sí misma de los errores de origen cartesiano.16

Una visión parcial del conocimiento de la Ciencia y de la Filosofía conduce a una metodología trunca también y a un conocimiento parcial de la realidad, tal es el caso del Racionalismo, como hemos visto, por ejemplo, en el Racionalismo jurídico y del Empirismo como veremos en el Empirismo jurídico.

Ninguno de los dos, ni el Racionalismo ni el Empirismo, han podido explicar integralmente el fenómeno del conocimiento, sino que han dado origen a métodos insuficientes al proporcionar conocimientos muy limitados de lo real. Es cierto que en algunos campos el Racionalismo ha tenido cierto éxito, particularmente en la Lógica y la Matemática, pero en otras áreas del conocimiento sus resultados son un tanto desalentadores, especialmente en las Ciencias Sociales, como la ciencia del Derecho, la Ciencia Política, o la Psicología.

1.4.3 El Empirismo

¿La mente humana es realmente distinta de los sentidos o éstos deben identificarse con ella? Esta pregunta que se ha planteado el hombre durante muchos siglos, se vincula con otras, como por ejemplo: ¿Cuál es el origen de nuestras ideas y cómo se pueden clasificar? ¿De qué depende la validez del conocimiento?

Dos alternativas se presentan como respuesta a lo anterior: una que sostiene que la mente humana es esencial y cualitativamente distinta de los sentidos; y otra, la del Empirismo, que identifica la mente humana con los sentidos, señala que entre entendimiento y sentidos no hay una diferencia cualitativa, tan sólo de grado.

Frente a los excesos racionalistas, el Empirismo intentará rescatar el valor de la experiencia de los sentidos. El único fundamento sólido de la ciencia “debe residir en la experiencia y en la observación “17 Sin embargo, dicho intento será desafortunado.

Mientras Descartes afirmaba la existencia de lo sensible y lo suprasensible, Locke afirmará lo sensible y negará lo suprasensible. Berkeley negará lo sensible y afirmará lo suprasensible. Hume, por su parte, sintetizando a Locke y Berkeley, negará lo sensible y lo suprasensible. Así el Empirismo terminará negando toda realidad, y se encerrará en un fenomenismo inmanentista.

David Hume (1711-1776) llevó el Empirismo a sus últimas consecuencias: Las principales obras de este pensador inglés son: Tratado de la naturaleza humana, Ensayos filosóficos sobre el entendimiento humano, Ensayos morales y políticos e Investigación sobre los principios de moral.

La tesis central del Empirismo argumenta que las ideas tienen su origen en la experiencia y que no conocemos los objetos exteriores, sino nuestras propias

16 Beuchot, Mauricio: Conocimiento, causalidad y metafísica, p. 130.

17 Idem., p. 137.

percepciones, nuestras experiencias o las sensaciones que experimentamos. Los que nacen ciegos o sordos carecen de impresiones e ideas. “No podemos formarnos una idea exacta de la piña sin haberla probado.” 18 No conocemos las causas de las impresiones, ya que será “siempre imposible decidir con certeza si provienen inmediatamente del objeto”.

Hume hizo una distinción entre impresiones e ideas: las primeras son aquellas percepciones que penetran con más fuerza y violencia en el alma, e incluye en ellas todas las sensaciones, pasiones y emociones, en tanto las segundas son las imágenes débiles, son impresiones debilitadas; entre la idea y la impresión sólo hay una diferencia de grado. Asimismo dividió las impresiones y las ideas en simples, aquellas que no admiten separación ni distinción, y en complejas, que pueden ser distinguidas en partes

o elementos más simples.

Humee, igual que los demás empiristas, rechaza la existencia de las ideas innatas. Todo lo que está en el entendimiento proviene de los sentidos.

Las ideas universales son representaciones particulares que nacen de la costumbre, que la mente asocia y designa con un mismo nombre común. Nuestros conocimientos son el resultado de asociar elementos simples, impresiones o ideas.

Hume atacó tanto el principio de casualidad como la sustancia. Dichos ataques parecen en el fondo ir en contra de las verdades necesarias del Racionalismo; él dice que no hay verdades necesarias. Para Hume no fue exacta la definición cartesiana de sustancia, según la cual “es algo que puede existir por sí”, ya que la sustancia cae fuera de nuestra experiencia: la sustancia es una ficción, un nombre común producto de la costumbre psicológica de asociar las impresiones.

Tampoco tenemos una intuición del yo, a la manera como lo creía Descartes, tan sólo tenemos sensaciones o percepciones, pero eso no significa que intuyamos una “sustancia simple” o “yo” (como diría Descartes). Dicha sustancia cae fuera de la experiencia, de la relación casual, extrapola el orden de la experiencia.

El espíritu es como un teatro en el que cada percepción aparece, desaparece, pasa y repasa en movimiento escénico continuo, sin que conozcamos en realidad el teatro en que son representadas las escenas. Sólo tenemos una serie de percepciones, imaginamos que el alma o la sustancia es la causa que las sustenta. Percibimos las escenas pero no conocemos en sí el teatro.

Hume niega también la legitimidad del principio de causalidad, ya que –dice- no tenemos una intuición o percepción sensible de la relación y conexión necesaria entre causa y efecto. El principio de causalidad, que se expresa de la siguiente manera: “todo lo que empieza a existir debe tener una causa de su existencia”, ni es evidente ni puede demostrarse analíticamente.

18 Idem., p. 131.

La experiencia sólo nos muestra dos objetos o fenómenos: A y B (causa y efecto), y nuestra mente establece una relación necesaria por una mera costumbre, en virtud de una tendencia subjetiva de asociar A con B, pero en realidad no existe tal vínculo, el nexo es producto de un hábito psicológico. No podemos afirmar, por ejemplo, que entre el fuego y el calor exista una relación causal. Tan sólo tenemos dos impresiones, una visual del fuego y otra táctil del calor. Tenemos la percepción de dos hechos, pero no de su nexo necesario. Por lo tanto, es ilegítimo hablar de una relación causal, pues eso equivale a salir del ámbito de la experiencia.

Parece que Hume confundió principio de causalidad y ley causal. Resulta esclarecedora la distinción entre ley causal (que pertenece al campo de la Física) y “principio de causalidad” (que pertenece al campo de la Metafísica).19

Afirma Mauricio Beuchot que el principio de causalidad se conoce en cuanto se conocen los términos de causa y efecto y no a partir de ellos. El nexo se capta al mismo tiempo que se realiza la abstracción, se induce en el proceso mismo de la abstracción.20 La formulación correcta del principio de causalidad es “todo ente contingente tiene una causa,”21 ya que, aunque la causa es antecedente, no todo antecedente es causa.

La causa no sólo es eficiente, sino que también es formal, material y final.22 Hume solamente se ocupa de manera muy restringida de la causalidad eficiente. Sin la causa formal no puede explicarse la conexión necesaria que brota de la esencia del ente.

El principio de causalidad incluye los siguientes principios: el ente contingente tiene en sí la causa formal propia o su forma intrínseca; el ente contingente se constituye a semejanza de una forma ejemplar o idea objetiva; el ente mudable supone un sujeto mudable; el ente que actúa lo hace por fin, y el ente contingente es eficientemente causado.23

El carácter abstractivo del conocimiento del nexo del principio de causalidad incluye un componente de inducción. Este principio puede obtenerse del principio de razón suficiente y éste a su vez del principio de identidad. Entonces, contrariamente a lo que decía Hume, sí hay una captación y demostración del principio de causalidad.

La destrucción humana del principio de causalidad será de terribles consecuencias para la Ciencia, la Metafísica, la Teología, la moral y el Derecho.

La moral tendrá que fundarse en el sentimiento; al no poder fundarse en Dios al que no podemos conocer, ni en la razón que sólo aprecia los hechos y sus relaciones, tampoco podrá fundarse en verdades eternas ni en normas universales y necesarias.

19 V. Fascículo IV de Filosofía I. 20 Beuchot, Mauricio, op. cit. 21 Fraile Guillermo, op. cit., p. 851. 22 Idem, p. 853.

23 Villoro Toranzo, Miguel: op. cit., p. 37.

Define a la moral como la “ciencia de las reglas que hay que seguir para conseguir el bien y la felicidad mediante la práctica de la virtud”.24 El código de reglas morales debe establecerse a partir de la naturaleza humana, la cual es la misma para todos los hombres.

Hume afirmaba que un acto es bueno cuando es útil y nos proporciona gozo, y es malo cuando es inútil y nos proporciona dolor. Tenemos un instinto moral, natural y práctico, por el que apreciamos lo bueno y lo malo. Los juicios morales se fundan en el sentimiento. Por consiguiente, la aprobación o desaprobación general de nuestros actos por parte de la humanidad es lo que los hace virtuosos o viciosos.

La virtud es “aquella acción o cualidad mental que da a quien la ve un sentimiento agradable de aprobación”.25 El vicio, por el contrario, es una cualidad mental que da a quien lo ve un sentimiento desagradable de desaprobación. De la misma forma divide las virtudes en útiles, para el prójimo y la comunidad o para nosotros, y en desagradables para nosotros mismos o para otros.

La ética del empirista inglés fracasó al no lograr fundamentarla y justificarla racionalmente.

El Empirismo no es capaz de explicar plenamente el fenómeno del conocimiento humano, su teoría del conocimiento le ha conducido a una metodología trunca igual como sucedió con el Racionalismo.

Lo que no ha entendido desde sus orígenes el Empirismo es que epistemológicamente, para tener impacto en el mundo del conocimiento propiamente humano, los hechos deben ser tamizados (es decir, abstraídos, ordenados en sistema y valorados) por las potencias del entendimiento. A decir verdad, esta es la crítica que dirigió Kant contra el Empirismo de Hume: los datos sensoriales por sí mismos no son experiencias; para serlo requieren de la actividad organizadora del pensamiento, la cual los unifica y da sentido.26

Por ejemplo, en el campo jurídico el Empirismo pretende explicar el derecho proponiendo diversas clases de hechos; los diversos tipos de Empirismo jurídico reducen el derecho a distintos tipos de hechos; el voluntarismo jurídico reduce el derecho al mandato de la autoridad competente; La escuela Histórica del Derecho, a un hecho histórico; el sociologismo jurídico, a un fenómeno social; el Marxismo, a un hecho económico, y el Positivismo escandinavo a un hecho psicológico.

Todas estas visiones del Derecho son teorías truncas y parciales, incapaces de entender plenamente lo que es verdaderamente del Derecho, confundiendo la validez jurídica con la validez empírica.

Confunden también el hecho con el Derecho y no descubren cuándo y cómo algo merece llamarse Derecho. No obstante, el Empirismo jurídico aporta información muy

Descartes, René: Discurso del Método. p. 14. 25 Idem, p. 11.26 Fraile, Guillermo: op. cit., p. 493.

valiosa para explicar el derecho. Lo mismo sucede en otros campos del saber humano, los hechos enriquecen nuestra visión de la realidad.

Desgraciadamente el Empirismo desvirtúa la experiencia y la inteligencia, lo que le impide explicar adecuada e integralmente el conocimiento humano. Tanto el Empirismo como el Racionalismo son concepciones modernistas, cuya influencia se prolonga hasta nuestros días.

imagen7Contesta lo siguiente:

  1. ¿Qué es el Racionalismo?
  2. ¿Por qué Descartes es individualista?
  3. ¿Por qué Descartes es racionalista?
  4. ¿Cuál es la relación que existe entre Racionalismo, método y conocimiento?
  5. ¿A qué consecuencias conduce el Racionalismo?.
  6. Enuncia las características de:

Verdades de hecho

Verdades de razón

Contesta lo siguiente:

  1. ¿Qué es el Empirismo?
  2. ¿Por qué el Empirismo rechaza la sustancia?
  3. ¿Por qué para el Empirismo el principio de causalidad es ilegítimo?
  4. ¿Por qué para el Empirismo no existen ideas innatas?
  5. ¿Cuál es la relación entre Empirismo, método y conocimiento?
  6. ¿A que consecuencias conduce el Empirismo?
  7. Elabora un comentario crítico sobre el Empirismo.
8. Llena el siguiente cuadro y anota los conceptos correspondientes, insistiendo en las diferencias entre las dos posturas filosóficas
ASPECTOEMPIRISMORACIONALISMO
Sentidos e inteligencia
Origen del conocimiento
Validez del conocimiento
Ideas innatas
Causalidad
Sustancia

imagen8La polémica entre el Empirismo y el Racionalismo respecto de cual es el origen y fundamento de nuestros conocimientos, se inicia en el Renacimiento, y se continúa a lo largo de los siglos XVI, XVII e incluso más adelante, y forma parte fundamental de la llamada Revolución filosófica-científica y tecnológica. Vino a sustituir a la antigua polémica medieval respecto de que si el verdadero conocimiento radicaba en la Fe o en la Razón.

Entre el Empirismo y el Racionalismo existen múltiples diferencias, pero la fundamental es que mientras que el primero sostiene que el fundamento y origen primordial del conocimiento está primordialmente en la Razón, para el segundo éste se encuentra más bien en la Experiencia sensible. Es decir que ni una ni otra interpretación se excluyen, sino que a fin de cuentas todo se centra en precisar cual de los dos aspectos o facultades cognoscitivas humanas es la primordial, originaria y fundamental.

En la vertiente epistemológica del Racionalismo encontramos a pensadores tales como René Descartes y Guillermo Leibniz, y del primero cabe destacar su concepto de las ideas innatas, su principio del “pienso luego existo”, y su discurso del método.

En cambio por lo que respecta a la vertiente epistemológica del Empirismo encontramos a pensadores tales como John Locke, George Berkeley y David Hume, de quienes entre muchos otros aspectos de su pensamiento podemos, de momento citar su clasificación de las ideas y su principio de que “nada hay en el entendimiento que antes no haya pasado por los sentidos”, así como el de que “el ser es ser percibido”, y en general su rechazo de las ideas innatas.

Ya hacia el final del siglo XVII en 1781, con su Crítica de la razón pura, y en su particular filosofía crítica trascendental el filósofo alemán Manuel Kant, prácticamente resuelve esta llamada polémica epistemológica estableciendo que: ”todo conocimiento comienza en la experiencia pero se origina en el entendimiento”

De una u otra forma en el proceso de construcción del paradigma de la modernidad, la discusión entre los empiristas y los racionalistas es fundamental, y no podríamos explicarnos cabalmente el surgimiento del pensamiento moderno tanto el filosófico como el científico, sin tener presente esta discusión epistemológica entre el Racionalismo y el Empirismo. Ya que se refiere precisamente al recorrido del conocimiento filosóficocientíco de la modernidad y de la cual se derivan precisamente las aplicaciones tecnológicas, en todos los aspectos más representativos de la vida moderna, es decir del hombre, la sociedad, la naturaleza y en una palabra del mundo y paradigma de la modernidad.

1.4.2 El racionalismo

En la época antigua la problemática central de la Filosofía fue cosmológica, ya que giraba en torno al cosmos; en la Edad Media fue antológica, giraba entorno al ser, y en la edad moderna es antropológica y gnoseológica y se mueve en torno al hombre y al conocimiento. Por consiguiente, el problema central en la Filosofía moderna es el conocimiento. Aunque es un hecho que el hombre conoce, el asunto es explicar este hecho.

¿Podemos estar seguros de lo que conocemos? ¿Existe algún camino para obtener conocimientos ciertos? ¿De qué depende la seguridad de nuestros conocimientos? ¿Cómo conoce el hombre? ¿Con qué medios conoce? ¿Qué es el conocimiento? ¿Cuál es el origen del conocimiento? ¿Cuáles son los límites del conocimiento?

Se considera a René Descartes (1596-1650) el padre de la Filosofía moderna y, por lo tanto, antecedente de lo que conocemos como modernidad en Filosofía, en razón de la influencia posterior que ejerció sobre el pensamiento moderno y de las deformaciones que de sus teorías se derivaron. “Descartes es ciertamente uno de los hombres más responsables de la andadura y de la fisonomía de la era moderna que puede encontrarse particularmente caracterizada por … (la) cientificidad de la vida” 2

En sus obras se ocupa reiterativamente de los mismos temas: la duda universal, el método universal, el materialismo universal y la ciencia universal, el cogito, las ideas, el alma, Dios, el cuerpo y el mecanismo físico y biológico. Entre éstas destacan: El discurso del método, Meditaciones metafísicas, Reglas para la dirección del espíritu y Principios de la Filosofía.

La originalidad de Descartes consistió en pretender deducir con rigor lógico matemático toda la Filosofía y toda la realidad a partir de una idea innata. El intento cartesiano, o de Descartes, será racionalista e individualista, pretenderá proceder solo, sin ayuda de nadie, sin maestro, sin libros, sin la experiencia del pasado, recurriendo únicamente a su propia razón, a su razonamiento intuitivo: “Mi propósito es levantar el edificio de mis ideas y de mis creencias sobre un cimiento exclusivamente mío.” 3

Afirma haber tenido una intuición o visión. Sonó con una ciencia “universal” que abrazaba todas las cosas en una perfecta unidad específica. En esa “extraña intuición” se encuentra en germen la totalidad del racionalismo cartesiano. En vez de un conjunto de ciencias diferentes con su propio grado de inteligibilidad, abstracción, principios, métodos y certeza, englobó toda en una sola ciencia universal De todo el conocimiento el matemático le parecía el único seguro y sólido: “Las ciencias matemáticas eran las que más me agradaban, por la certeza y evidencia de sus razonamientos.” 4 Esa certeza proviene de la aplicación rigurosa de la deducción. Descartes creía que el método matemático podía aplicarse a todas las realidades, especialmente a las físicas, así que lo aplicó a todas las ciencias, dando como resultado

2 Válery, Paul: El pensamiento vivo de Descartes p. 27.

3 V. fascículo IV de Filosofía I. 4 Descartes, René: op. cit. p. 30.

la exitosa creación de la Geometría analítica. Estas ideas llegaron a culminar con la cuantificación de la vida. También vio a la Filosofía como un edificio en ruinas.

Cuando los habitantes de una casa corren graves peligros, ya sea porque los muros están en ruinas o porque los cimientos son poco sólidos, no les queda más remedio que derribarlas para volver a edificar.

Muchas veces es mejor tirar un edificio para construir otro nuevo, que reconstruir y adaptar habitaciones de edificaciones hechas con proyectos, finalidades y arquitectos diferentes. Se requiere, pues, construir totalmente el edificio, más que remodelarlo; de lo contrario obtendremos como resultado una obra mal acondicionada y mal readaptada. Se trata de partir de cero, sin los estorbos y las ruinas desastrosas del pasado.

La filosofía es también como un árbol, sus raíces son la Metafísica, el tronco es la Física y las ramas son las demás ciencias como la medicina, la mecánica y la moral. Es “el conocimiento perfecto de todas las cosas que el hombre puede saber, tanto de la conducta de su vida (moral), como para la conservación de su salud (medicina), y para la invención (mecánica)”.5

Descartes rechazó la Filosofía abstracta: lo que se necesita es una Filosofía concreta, que sea sabiduría de la vida y del dominio del mundo. Además, ésta debe construirse sobre cimientos sólidos, inconmovibles e incontrovertibles, debe construirse sobre principios ciertos, seguros e indudables que resistan la duda del más radical escéptico. Así como Arquímedes decía “dame un punto de apoyo y moveré al mundo”, Descartes dirá “dame un punto de apoyo y reconstruiré el conocimiento del mundo”. Pero, ¿cuál es ese punto de partida? Los sentidos no, porque nos engañan.

Sólo la razón es confiable, así que podemos dudar de todo. A partir de esa “duda universal” Descartes se dio cuenta de que si duda, piensa; si piensa, entonces existe. Descartes resume en cuatro las reglas de su método:

  1. Regla de la evidencia. Aceptar sólo como verdadero aquello de lo que estamos absolutamente seguros que es verdadero. Hay que desechar lo que sea dudoso, las ideas verdaderas son aquellas que percibimos clara y distintamente.
  2. Regla del análisis. Dividir en las partes que sea necesario para considerar cada parte por separado.
  3. Regla de la síntesis. Ascender de lo simple a lo complejo, recomponer las ideas simples.
  4. Regla de la enumeración y de la revisión. Enumerar cada uno de los pasos seguidos y revisar todo para estar seguros de no cometer error, ni omitir nada. La enumeración permite comprobar el análisis y la revisión permite comprobar la síntesis.

Descartes afirmaba que en medio de la duda universal se descubría una certeza fundamental que será el punto de partida de la reconstrucción de la Filosofía y esa certeza es: “yo existo”. Descubrió que ese yo piensa, y encontró también un criterio supremo de certeza: las ideas claras y distintas, criterio esencialmente racionalista.

5 Hirschberger, Johannes: Historia de la Filosofía, p. 30.

Tres son las ideas innatas e iniciales:

  1. La idea del yo pensante o alma, la cuales la base de su psicología.
  2. La idea de un ser perfecto e infinito que es Dios, y es la base de su teología.
  3. La idea de la extensión, materia o cuerpo, que es la base de su física.

A cada idea clara y distinta corresponde una clase de sustancia, que es algo que puede existir por sí misma; a la idea de yo, corresponde la sustancia pensante; a la idea de ser perfecto o Dios, pertenece la sustancia increada, perfecta e infinita, y a la idea de extensión, corresponde la sustancia corporal, finita y extensa.

El hombre para Descartes es un compuesto de dos sustancias distintas: alma y cuerpo, La esencia del alma es, ser sustancial pensante. La esencia del cuerpo es ser una sustancia “extensa”. Esta visión antropológica rompe con la filosofía de Aristóteles y Tomás de Aquino, para quienes el hombre es un solo ser, una sola sustancia, la unión sustancial entre cuerpo y alma.6

El cuerpo humano y los animales son como máquinas regidas por las leyes generales de la mecánica, compuestos únicamente de materia extensa. La vida se reduce a puro movimiento mecánico. Las leyes de la mecánica son las mismas que las de la naturaleza.7

El racionalismo cartesiano se encuentra en el método, en el modelo o tipo de saber que pretende alcanzar, en su demostración de la existencia de Dios y en su reconstrucción deductiva, de todo el saber. Asimismo, Descartes supone que la existencia se da cuando es “necesaria” y “a esta visión de lo necesario pretende acercarse tomando como vía de acceso la razón”.8

Más tarde Leibniz hablará de “verdades de razón” y distinguirá un doble orden de verdades: las de hecho y las de razón. Las primeras son contingentes, su contrario es posible, se refiere a las existencias, las conocemos a posterioridad, por la experiencia; se rigen por el principio de razón suficiente, que precisamente establece que nada existe sin razón suficiente, y necesitan demostración para reducirlas al primer principio. En cambio las verdades de razón son metafísicamente necesarias; su contrario implica contradicción y es imposible; se refiere a las esencias; las conocemos con certeza a priori, por intuición: como las verdades lógicas y matemáticas. Se rigen por el principio de la identidad según el cual todo ser es lo que es, o por el principio de contradicción, que es el principio de las verdades necesarias, según el cual de dos proposiciones contradictorias, una es verdadera y otra falsa: las verdades de razón no necesitan demostración.

Kant denominará a las verdades de razón juicios analíticos y a las verdades de hecho juicios sintéticos.9

Recluido (Descartes) en la interioridad de su pensamiento (cogito) con independencia de los sentidos y de la experiencia sensible, intentará demostrar:

6 V. Fascículo IV de Filosofía II. 7 Fraile, Guillermo: op. cit., p. 511. 8 Descartes, René op. cit., 23. 9 Fraile, Guillermo: op. cit., p. 526.

primero, la independencia del alma (pensamiento) respeto del cuerpo (extensión), y con ello su espiritualidad e inmortalidad; segundo, la existencia de Dios; tercero, la existencia y naturaleza del mundo corpóreo. Sobre esta arbitrariedad inicial reposa toda la Filosofía cartesiana, y esta es una de las causas de su escasa consistencia. 10

Se opondrá a la Filosofía aristotélica y tomista, al negar que todo lo que está en el entendimiento proviene de los sentidos: “Enseñan los filósofos una máxima que es de funestas consecuencias. Nada hay en el entendimiento que no haya impresionado antes a los sentidos. Las ideas de Dios y del alma nunca han pasado por los sentidos.”11

Descartes abordará la cuestión de Dios de manera racionalista. De su idea de Dios dependerá toda la reconstrucción racional y casi matemática del saber humano.

Lo verdadero de una cosa se identifica con el contenido en la naturaleza o concepto. Así la existencia necesaria está contenida en la naturaleza o concepto de Dios. Por lo tanto, es verdadero que la existencia necesaria está en Dios o, lo que es lo mismo, que Dios existe.

Su erróneo procedimiento consistió en pretender conocer la existencia en la idea. Conocer la existencia de Dios en la idea que tiene de lo sumamente inteligible, potente y perfecto. Su existencia es absolutamente necesaria ya que no se trata de la existencia sólo posible y contingente.

Así como en la idea de triángulo se contiene la idea necesariamente de que los tres ángulos de un triángulo son iguales a dos ángulos rectos, o sea 180°, así en la idea de los sumamente perfecto se contiene la existencia necesaria y eterna el ser sumamente perfecto “existe”.

No podemos concebir la idea o naturaleza de una cosa sin concebir al mismo tiempo sus propiedades esenciales. No podemos concebir la idea de triángulo sin que en su esencia se encuentre implícito que la suma de sus ángulos es igual a dos rectos, ni la de la esfera sin que todas sus partes disten igualmente de su centro, ni tampoco la idea del monte sin la idea de valle. En la idea objetiva de cada cosa está contenida la existencia, porque no podemos concebir nada sino bajo la forma de una cosa que existe.12

La esencia de Dios incluye “necesariamente” la existencia de Dios, y que es un ser “necesario” en razón de su perfección infinita. Igual que en la esencia de triángulo están contenidas sus propiedades esenciales, en la idea de Dios o ser perfecto e infinito está contenida la existencia “necesaria”.

Creía erróneamente que al intuir la esencia de Dios intuimos necesariamente la existencia de Dios, ya que en su idea está contenida su existencia necesaria, el existir pertenece a su naturaleza verdadera e inmutable, por lo tanto, evidentemente Dios existe. Esta prueba se basa en la realidad ontológica de la idea.

10 Ibidem, p. 534. 11 Maritain, Jacques: El sueño de Descartes y otros ensayos, p. 19. 12 Villoro Toranzo, Miguel: Teoría general del Derecho, p. 44.

Descartes demuestra la existencia de Dios con diversas pruebas:

  • Por la necesidad de la idea, por ser la causa del contenido de mi idea y por ser la causa de mi ser o existencia.
  • Él es la existencia por sí, ya que mi existencia viene de otro ser que es la causa del ser de todos los demás seres.

Descartes debió caer en un círculo vicioso al sostener la existencia de Dios con base en ideas claras y distintas y cuando sostiene la verdad de las ideas claras y distintas con base en la veracidad de Dios.13

Las cualidades primarias, como: la extensión, la dureza, la figura, el movimiento, el reposo, la gravedad y la atracción, son la únicas que son objetivas y que se hallan en los cuerpos. En cambio, las cualidades secundarias, como el calor, el olor, el sabor y otras, son subjetivas y producto de la acción mecánica de los cuerpos.

Sobre moral Descartes escribió muy poco, excluyó de su análisis crítico de la moral las verdades de la fe cristiana. Los hombres deben comportarse como buenos cristianos y buenos ciudadanos.

Aplaza la moral. Para él es necesario tener unas cuantas reglas morales provisionales en las cuales refugiarse, mientras se construye la casa. Su moral podría sintetizarse en las siguientes máximas:

  • La norma básica de conducta es evitar la inconstancia, la temeridad y adaptarse a las leyes, usos y costumbres del país en el que se vive, algo así como “al país que fueres haz lo que vieres”.
  • Conducirme por las opiniones de los más moderados.
  • Debo ser firme y resuelto en mis acciones.
  • Vencerme a mi mismo y cambiar mis deseos, en lugar de pretender que el mundo y la fortuna sean los que cambien.
  • Debo someterme a la voluntad de Dios, que es un ser infinitamente bueno.
  • Vivir de acuerdo con la recta razón. Las emociones (pasiones) deben ser reprimidas y dominada por la razón. En esto radica la dignidad del hombre, con lo cual se hace semejante a Dios.
  • Debo seguir la razón sin dejarme desviar por las emociones, ni las pasiones, como la admiración, el amor, el odio, el deseo, la alegría y la tristeza.

Descartes, al introducir el Racionalismo en la Filosofía moderna, olvidó el papel instrumental de la razón y atribuyó a ésta la función de crear la verdad. El método parecerá crear al objeto y confundirse con él.

Por Racionalismo no debe entenderse el “uso” de la razón, sino el “abuso” de la razón. Se trata de “ajustar todo el nivel de la razón” para crear fácilmente una ciencia que se ocupe de las cosas inteligibles como la Matemática, “hecha a la medida de la mente”,14 en la que la razón deduzca totalmente las leyes de la realidad.

13 Maritain, Jacques: op. cit., p.814 Hume, David: Del conocimiento, p. 40.

Esta doctrina parece olvidar que el conocimiento es un todo resultante de los sentidos y el entendimiento, y que en la vida intervienen las fuerzas de la voluntad y no sólo el entendimiento. Asimismo, para el Racionalismo la verdad se encuentra completamente del lado del sujeto, no nace del contacto vital con la realidad del objeto, la verdad nace de principios auto-evidentes de la propia razón. La realidad de la cosa e dudosa y no podemos conocerla.

La verdad no es dada por la evidencia o intuición del objeto real sino que se nos ofrece como sabiduría angelical que se basa formal y principalmente en la autoridad de Dios. Su orden es estrictamente teológico: se procede de Dios a la criatura, se trata de deducir de los atributos de Dios las primeras leyes del movimiento. Su física es una transposición indebida de la teología.

La influencia de Descartes será decisiva en la modernidad, pues las ciencias tenderán al modelo soñado por él. Se tenderá a alcanzar un conocimiento cierto, seguro, inmutable, universal, necesario, firme, establece, perfecto y capaz de resolver todos los problemas y dudas de manera deductiva como proceden las Matemáticas.

Concretamente, al aplicar este ideal de ciencia al derecho, surge el Racionalismo jurídico que florecerá en los siglos XVII y XVIII con el membrete de Escuela “Clásica” del Derecho natural. Un nombre impropio porque en realidad el verdadero jusnaturalismo es el de Aristóteles, el de algunos juristas romanos, el de Tomás de Aquino, y las escuelas que de ellos se desprenden entre las cuales se encuentra la de Salamanca, con De Vitoria a la cabeza.

La “jurisprudencia de conceptos” será también eminentemente racionalista: “se preconizó así la formulación de una serie de conceptos que descubriera esa naturaleza lógicodeductiva que procediera a través de las conexiones sistemáticas entre los conceptos y las proposiciones, a obtener unas conclusiones adecuadas respecto de las premisas de que en cada trato se tratara.”15 Entre otros filósofos racionalistas del derecho están Grocio, Pufendo, Leibniz y Kelsen.

El Racionalismo jurídico, a consecuencia de su método y de su visón limitada del conocimiento, ve al derecho sólo como un orden o sistema racional e inmutable. El derecho es asunto de coherencia lógica, no de valores o justicia. Igualmente conduce a graves errores, fatales en el campo de las relaciones humanas; un orden jurídico injusto conduce a graves errores, fatales en el campo de las relaciones humanas.

Un orden jurídico injusto podría ser derecho, sólo bastaría con que fuera racional, coherente o lógico. Lo real es sustituido por un sistema ideal, el orden racional adquiere valor sólo por sí mismo y no importa su correspondencia con la realidad.

Deductivamente, el racionalista obtiene conclusiones a partir de axiomas, juicios o principios evidentes, sin preocuparse de confrontarlas con la realidad. La realidad debe ser así; nuestras deducciones son válidas porque son el resultado de la correcta aplicación de las leyes de la lógica.

15 Idem p. 50.

El Racionalismo acierta cuando utiliza y propone a la razón para encontrar racionales de la realidad. Es así como debe construirse el conocimiento. Creemos que la razón puede obrar benéficamente para la reforma general que es tan necesaria, pero ante todo requiere curarse a sí misma de los errores de origen cartesiano.16

Una visión parcial del conocimiento de la Ciencia y de la Filosofía conduce a una metodología trunca también y a un conocimiento parcial de la realidad, tal es el caso del Racionalismo, como hemos visto, por ejemplo, en el Racionalismo jurídico y del Empirismo como veremos en el Empirismo jurídico.

Ninguno de los dos, ni el Racionalismo ni el Empirismo, han podido explicar integralmente el fenómeno del conocimiento, sino que han dado origen a métodos insuficientes al proporcionar conocimientos muy limitados de lo real. Es cierto que en algunos campos el Racionalismo ha tenido cierto éxito, particularmente en la Lógica y la Matemática, pero en otras áreas del conocimiento sus resultados son un tanto desalentadores, especialmente en las Ciencias Sociales, como la ciencia del Derecho, la Ciencia Política, o la Psicología.