3.2 EDUCACION

Antes de estudiar el tema de educación entre los nahuas intenta dar respuesta a las siguientes preguntas: ¿cómo defines la educación que recibes en la actualidad?, ¿qué entiendes por personalidad?, ¿cómo entiendes el concepto destino?, ¿qué significa para ti el concepto tradición?

Como hemos visto, la Filosofía, según los nahuas, no es un quehacer meramente especulativo, propio para la disertación racional, sino un conocimiento práctico, obtenido de la más honda introspección, que les permitía “humanizarse” para lograr en esta tierra un vivir recto y, por ende, una mayor cercanía con la divinidad.

El principio divino está, como ya se mencionó, dentro de nosotros. La Filosofía, es decir, el conocimiento práctico del camino de flores y canto nos conduce hacia ella. Los sabios

o tlamatinime enseñaban que ésta era la vía hacia lo verdadero: El hombre lleva en sí, en los más íntimo de su ser, una parte divina; si se accede a ella, ésta le aconsejará o guiará a la verdad. Así lo enseña Quetzalcóatl, el primer sabio tolteca. En “La leyenda de los Soles”, al referirse a la creación del hombre, en el Quinto Sol, se apunta:

Quetzalcóatl se cayó en el hoyo (el que Mictlantecuhtli había mandado hacer para impedir que se robara los huesos preciosos que daría origen al hombre), se tropezó y lo espantaron las codornices. Cayó muerto y se esparcieron los huesos preciosos que mordieron y royeron las codornices. Más tarde Quetzalcóatl resucita, se aflije y pregunta a su nahual: ¿Qué haré nahual mío?18

La verdad está dentro de cada hombre, encontrarla es el propósito de la educación y de los sabios o tlamatinime. Comprender el verdadero “yo”, el “yo” interno, el que conoce y sabe, implica un proceso rígido y riguroso de enseñanza.

Para los nahuas educar no era simple, sino una actividad tan elaborada y refinada que se le reconoce como un arte. El Tlacahuapahualiztli o arte de criar y educar hombres, era el arte de darles un rostro y un corazón: in ixtli, in yóllotl. Un disfracismo más que indica que una persona es: ix-tli, un rostro, una personalidad propia que le distingue de los demás y yóllotl, un corazón, principio de vida que lo impulsa, como un anhelo de búsqueda.19

“Hay que añadir, para juzgar en todo su valor la concepción náhuatl de persona, que ésta se nos presenta en estrecha armonía con lo que se ha descubierto acerca del carácter intuitivo del pensamiento de los tlamatinime. No es una definición a base de género y diferencia específica. Es una mirada viviente, que a través de un rostro, apunta a la filosofía interna del hombre y que en el palpitar del corazón descubre simbólicamente le manantial del dinamismo y el querer humano. Como consecuencia de esto, encontramos que la idea náhuatl del hombre, en vez de ser cerrada y estrecha,

18 Nahual debe entenderse como el doble interno, más sabio que la mente unida al cuerpo. “Nahualli: ser que habita en el cuerpo sin abandonarlo nunca. Es sumamente inteligente y siempre despierto. Cuando la voluntad, la inteligencia y la memoria duermen, lo que sucede cuando el individuo está durmiendo o dedicado a trabajos rutinarios, el Nahualli cuida al cuerpo y en caso necesario le dicta órdenes que el cuerpo obedece precipitadamente. El Nahualli es consultado cuando la inteligencia carece de datos para establecer relaciones entre el presente y el futuro, y éste responde siempre, la mayoría de las veces acertadamente”. Gómez Alonso, Paula: Filosofía náhuatl, p. 40.19 Yóllotl comparte la misma raíz de ollin (movimiento). En este punto es interesante apreciar la semajanza entre la idea náhuatl de corazón y la latina de alma (ánima, lo que hace o permite el movimiento). En ambos casos, yóllotl y alma refieren el impulso vital.

abre el camino a la educación concebida como formación del rostro de los seres humanos y como humanización de su querer. Tan llegó a ser esto una idea hondamente arraigada en el educador náhuatl, que se le llamó te-ix-tlamachtiani “el que enseña a los rostros de la gente”:

El que hace sabios los rostros ajenos, hace a los otros tomar una cara, los hace desarrollarla… pone un espejo delante de los otros, los hace cuerdos, cuidadosos, hace que en ellos aparezca una cara… Gracias a él la gente humaniza su querer y recibe una estricta enseñanza…

En este sentido, enseñar a ‘tomar rostro’ y ‘humanizar el querer’ de sus educandos era la meta buscada por los maestros en los Calmecac. Y es que sólo formando un auténtico rostro y corazón en cada hombre, podría éste escaparse del sueño de Tlaltípac, parallegar a dar con su propia verdad. Únicamente así encontrará al fin la senda que conduce a ‘lo verdadero en la Tierra’, a la respuesta con flores y cantos que ofrece un velado sentido al misterio de vivir y sufrir en Tlaltípac (sobre la Tierra)20.

La educación era una de las metas más importantes para los nahuas: “Ninguna cosa, dice el padre Acosta, me ha admirado más ni parecido más digna de alabanza y memoria que el cuidado y orden que en criar a sus hijos tenían los mexicanos. En efecto, difícilmente se hallará nación que en tiempo de su gentilidad haya puesto mayor diligencia en este artículo de la mayor importancia para el Estado”21.

Dos eran las finalidades de la educación: desarrollar la personalidad y preparar la vida comunitaria. “En la tensión de los polos extremos, individuos y sociedad, la cultura de Anáhuac halló un justo equilibrio”22.

Ambos aspectos se desarrollaban desde el nacimiento del niño. En primer lugar se consultaba a los sacerdotes y adivinos para que examinasen sus tonalámatl o libros adivinatorios, basados, a su vez, en el tonalpohualli o calendario adivinatorio. Así diagnosticaban, según la concatenación de espacio y tiempo, el destino del recién nacido. Los antiguos mexicanos suponían que habiendo una interdependencia cósmica, el ser humano también estaba sujeto a ella. Esto era el destino.

De allá cae nuestro destino,

cuando es puesto,

cuando se escurre al niñito.

De allá vienen su ser y destino,

en su interior se mete,

lo manda el Señor de la dualidad.

Informantes de Sahagún.

20 León-Portilla: La filosofía náhuatl, p. 192. 21 León-Portilla: Los antiguos mexicanos, p. 186. 22 Clavijero, Francisco Javier: Historia de México, tomo III, p. 196: citado por León-Portilla, en La filosofía náhuatl, p. 222.

Sin embargo, el destino no era absolutamente determinante sino tan sólo propicio. La educación era la que forjaba el carácter o voluntad para ser “merecedor” de él. No bastaba nacer bajo signos propicios del arte, por ejemplo, había que educarse estrictamente para ganarse el nombre de artista.

Libertad no significaba para los sabios indígenas “hacer lo que venga en gana”, sino realizar de manera impecable lo que se tiene que hacer. De tal manera, uno sólo es libre de escoger entre ser “merecedor” del propio destino o ser simplemente un mediocre.

Vivía alegremente, estaba contento, en tanto que tomaba en cuenta su destino,

  1. o sea, en tanto que se amonestaba a sí mismo, y se hacía digno de ello. Pero el que no se percataba de esto, sino lo tenía en nada, despreciaba su destino, como dicen, aún cuando fuera cantor
  2. o artista, forjador de cosas, por esto acababa con su felicidad, la pierde (no la merece). Se coloca por encima de los rostros ajenos, desperdicia totalmente su destino.

Cantares mexicanos

Decidir no significa escoger arbitrariamente, sino poner el espíritu en orden impecable, hacer todo lo posible por ser digno del conocimiento y del poder.

Los padres preocupados por esto inculcaban en sus hijos el autocontrol, en náhuatl monotza o control y fortaleza sobre sí mismo. Son el rigor y la austeridad los que conllevan al dominio de sí. Por ello las prácticas de autosacrificio: punzamientos con espinas de maguey, trabajos a las primeras horas del día, faenas domésticas desde la más temprana edad, frugalidad del alimento, estaban encaminadas a alcanzar el ideal náhuatl de hombre verdadero:

El hombre maduro:

un corazón firme como la piedra,

un rostro sabio.

Dueño de una cara (personalidad),

de un corazón,

hábil y comprensivo.

Informante de Sahagún.

El respeto y el trabajo, valores fundamentales en la educación náhuatl, también posibilitaban el dominio de sí. Conocedores del destino, los nahuas entendían la preeminencia del orden. Sabían que la existencia no empezaba con el nacimiento del individuo y que éste se encontraba dentro de una legalidad prestablecida. Respetaban tanto la legalidad universal como la social, así como a sus conocedores. La tradición, es decir, la sabiduría transmitida era especialmente estimada por ellos.

In quállotl, lo bueno, es lo que puede ser asimilado, digerido, porque es conveniente y sano. Lo bueno se transmitía a través de normas aceptadas de manera natural, pues implicaban provecho para la gente. Tlamanitiliztli era el conjunto de cosas que deben permanecer, el uso o costumbre del pueblo, u ordenanzas que él guarda. Saber si algo era bueno dependía del beneficio o bienestar que acarreaba. Por eso “lo recto”, in yécyotl, se entiende como “lo que debe ser”. Rectitud es lo que está libre de excesos y desviaciones.23

Todos estos conocimientos provenían de la tradición tolteca del pueblo náhuatl, de ahí la importancia de conservarlos. “Para los nahuas, el recuerdo de su pasado, la tinta negra y roja de sus códices, era la tea y la luz, la norma y guía que hacía posible encontrar el camino y mantener en pie, no ya a la ciudad, sino paradójicamente la Tierra misma”.24

Respetar la tradición y el orden establecido significa, a su vez, respetar a la comunidad. Los padres indígenas, a sus hijos:

Comenzaban a enseñarles:

cómo han de vivir,

cómo han de respetar a las personas,

cómo se han de entregar a lo conveniente y

recto,

han de evitar lo malo,

huyendo con fuerza de la maldad,

la perversión a la avidez.

Huehuetlatolli

(pláticas de viejo)

El hombre se “merece” a sí mismo también por el trabajo; éste es parte de su cometido en la Tierra. En la historia del Quinto Sol se relata: “Luego hicieron (los dioses) a un hombre y a una mujer: al hombre dijeron Uxumuco y a ella Cipactónall mandáronles que labrasen la tierra y que ella hilase y tejiese y que de ellos nacieran los macehuales (la gente) y que no holgasen sino que siempre trabajasen…”. Así les recuerdan los padres a sus hijos:

Es conveniente, es recto:

ten cuidado de las cosas de la tierra:

haz algo, corta leña, labra la tierra,

planta nopales, planta magueyes:

tendrás qué beber, qué comer, qué vestir.

Con esto estarás en pie (serás verdadero)

con eso andarás.

Con eso se hablará de ti, se te alabará.

Huehuetlatolli

Otro ejemplo del pensamiento indígena lo encontramos en su música. La emotividad e intuición son fundamentales en su ritmo. Los cantos y danzas indígenas mantienen un ritmo reiterativo para crear un estado de éxtasis que permite evocar imágenes y

23 Esta idea recuerda mucho la aristotélica del “justo medio”. 24 León-Portilla, Los antiguos mexicanos, pp. 53-54.

emociones fuera de la realidad material. Jorge Reyes, destacado músico e investigador mexicano, ha rescatado instrumentos y ritmos ancestrales creando una corriente, que algunos llaman “etnorock”, cuya característica es conjuntar imágenes y estructura musical. Tal vez has escuchado de él la melodía “Comala”; si no es así, consíguela y óyela con atención para que identifiques las características principales del arte indígena.

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