1.3.2 Nueva visión filosófica científica del mundo, el hombre, la sociedad y la naturaleza

El surgimiento y desarrollo de la ciencia en el Renacimiento no se habría dado sin lamutua complacencia y evolución de la Filosofía. Ésta nunca ha estado aislada, por el contrario, se ha nutrido de los múltiples factores de la cultura humana, época tras época. Entre la Filosofía y la ciencia ha existido un diálogo permanente en cuanto a temas, objetivos y, sobre todo, métodos. La ciencia que surge en el Renacimiento se distinguió de cualquier otra explicación o descripción dada a la naturaleza y no tanto por los resultados obtenidos, como por la manera de conseguirlos.

El hombre del Renacimiento se olvidó de las sentencias de pensadores antiguamente venerados, de los prejuicios religiosos o teológicos, sustituyéndolos por los datos inmediatamente sensibles o de información empírica.

La observación tanto como la experimentación significaron un paso importantísimo en el desarrollo de la ciencia, pero sólo fue trascendental cuando las percepciones empíricas fueron evaluadas por el cálculo matemático.

Es bien conocida la comparecencia de Galileo ante la Santa Inquisición, dándose, por un lado, la confrontación entre prejuicio teológico y el dictamen aristotélico, y, por el otro, el recurso directo de los datos empíricos.

La mera observación, por ejemplo, no es un argumento suficientemente convincente para demostrar que la Tierra gira en torno al Sol (heliocentrismo), más parecía lo contrario (geocentrismo). Lo cierto es que la simple observación no permitiría alguna verificación al respecto. Para lograrlo habría que recurrir al apoyo indiscutible de las matemáticas.

Hemos insistido que en el Renacimiento se contempló y concibió de otra manera a la naturaleza. El problema emergente tendrá que corresponder a: ¿Cómo estudiarla? ¿Qué método es el más adecuado?. La dificultad no tuvo solución inmediata aun existiendo múltiples propuestas. Algunas pecaban de titubeantes y otras de dogmáticas, hasta que tras sortear infinidad de dificultades se abrió paso el Método Experimental como digno representante de la naciente ciencia.

La aparición de la ciencia moderna, o, mejor dicho, de la ciencia clásica en los periodos renacentista y posrenacentista, ejerció naturalmente un efecto profundo en las mentes de los hombres, abriendo para ellos nuevas perspectivas de conocimiento y dirigiéndoles hacia nuevos intereses. Ningún hombre sensato desearía negar que el progreso científico de los siglos XVI y XVII fue uno de los acontecimientos más importantes e influyentes en la historia.1

Es precisamente en el ámbito de la Astronomía (vinculada obviamente para entonces con la Geografía), donde se habría de producir el comienzo de una gran y decisiva ruptura epistémica con el sistema de pensamiento antiguo (greco-romano y medieval), proponiendo un nuevo paradigma de explicación para el orden universal, que se justificaba por el surgimiento de la revolución científica.

La observación y la experimentación permitieron exponer por primera ocasión y de manera plausible -aunque aún necia y dogmáticamente objetada por la Iglesia- la teoría heliocéntrica iniciada por Nicolás Copérnico (1473-1543) y establecida firmemente por Galileo Galilei (1564-1642). Sin embargo, es justo mencionar que la idea de rotación de la Tierra, ni era nueva ni surgió en dicho periodo, pues ésta se remontaba desde el siglo III a. C., con el filósofo y astrónomo griego Aristarco.

No obstante, fue en esta etapa donde se contó con un sustento teórico mayormente sólido (el cálculo matemático), también avalado empíricamente; se emplearon los avances tecnológicos puestos al servicio de la ciencia, como por ejemplo, el telescopio. Poco a poco ganó adeptos la afirmación de que la Tierra rotaba sobre su eje y de su movimiento alrededor de un Sol fijo, que la nueva Astronomía de la época describía, constituyéndose como la única ciencia que hasta entonces -con base a un sinnúmero de observaciones emparentadas con cálculos matemáticos- proporcionaba datos suficientemente precisos para permitir la construcción de hipótesis claramente establecidas y susceptibles de ser comprobadas. El cambio no fue fácil ni mucho menos, pues el abandono de una idea nos ha enseñado que la historia nunca ha sido sencilla, y menos para los propugnadores del cambio.

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