1.1 PENSAMIENTO MÍTICO

A continuación te presentaremos algunos casos concretos de pensamiento mítico pertenecientes a diferentes momentos históricos y a diferentes culturas. La intención es que ofrezcas sobre idea aproximada de las notas que definen a este tipo de pensamiento:

El Babilonia, el poema de la creación, Enuma elish, relata que “cortándolo en dos, como se hace con un pez seco, el dios Marduk sujeto una de las mitades de Tia´mat (mostruo marino) para hacer la bóveda celeste. Con la otra creó la Tierra. Después, Ea (madre de Marduk) empuñó a uno de los secuaces de Tia´mat, le cortó las venas y de su sangre creó la humanidad”. (Historia de la filosofía, vol. I, p.34.)

En la península malaya “los mantra de Johor, incluso los que están cristianizados, creen que un tigre a la mitad del camino no puede ser más que un ser humano que, habiéndose llegado al espíritu maligno, toma mediante embrujo la forma de esta bestia, para saciar su venganza o su maldad. Afirman que, regularmente justo en el instante anterior al encuentro con el tigre, se ha visto o se ha podido ver a un hombre que desaparece enla dirección de donde saltaba el animal”. (Lévy- Bruhl: El alma primitiva, p.27.)

“Los sencis del Perú disparaban flechas encendidas al Sol durante los eclipses, para ahuyentar una bestia salvaje con quien estaba luchando, según ellos creían. A la inversa, algunas tribus del Orinoco, durante un eclipse de Luna, ponían bajo tierra ramas encendidas, pues según ellos, si la Luna se extinguiera, todos los fuegos de la Tierra se apagarían con ella, excepto los que estuvieron ocultos a su mirada”. (Frazer: La rama dorada, p.107.)

“En Australia encontramos un ejemplo de una catástrofe acuática provocada por la Luna. Ésta, habiendo pedido un día a un hombre unas pieles de zarigüeya para cubrirse porque era de noche y hacía frío, recibió una negativa; para vengarse hizo caer una lluvia torrencial y sumergió a toda la región”. (Eliade: tratado de historia de las religiones, p.156.)

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1. Intenta relatar algún mito conocido. Después, y a partir de los ejemplos anteriores, determina cuáles podrían ser las características esenciales del pensamiento mítico. Haz también una breve referencia al sentido que en nuestra habla cotidiana le damos al término “mito”.

Es significado que inmediatamente le atribuimos a la palabra “mito”, en el contexto de nuestro lenguaje ordinario, es básicamente el de “mentira”, “falsedad”, “irrealidad” o “ficción”: algo que no ha ocurrido ni podrá ocurrir de una manera real y objetiva. De una manera menos definitiva, afirmamos que algo o alguien es un “mito”, en el sentido de que si bien contiene algunos elementos de realidad, termina mostrando más bien elementos de una realidad exagerada. Pero en sentido estricto y en el ámbito de la antropología e historia de las religiones, que es donde se inscribe este fenómeno, un mito es un relato ejemplar que nos habla de algún suceso ocurrido al inicio de los tiempos, un suceso que funda o un cierto orden y significado en el acontecer natural y social del tiempo histórico.

El ejemplo que dimos el poema babilónico de la creación es un relato típico de un mito cosmogónico que nos narra el origen del cosmos en términos divinos. La idea de “creación cósmica” es la que fundamentalmente se encuentra en el sentido estricto, etiológico (etiología = discurso acerca de las causas) de lo que es mito; y en este sentido, el mito funciona también como modelo, arquetipo y justificación de todas las cosas. El mito, entonces, es algo más que la acepción homérica de mythos, en el sentido de “palabra”, “discurso” o “fábula”. El mito supone una acción sagrada, un gesto significativo, un acontecimiento primordial. Las acciones humanas, por tanto, pero en repetir lo que los dioses hicieron en los comienzos; pertenece a la esencia del mito en el que se le relata, se le represente ritualmente, que se le diga siempre de nuevo, que se le repita, en la medida en que invoca siempre un suceso poderoso y le da forma a ese mismo suceder.

“El mito afirma, crea, forma a la realidad. Éste es el verdadero sentido de los mitos etiológicos: no deben aclarar la causa de un fenómeno con motivos racionales, sino que ellos forman, crean el fenómeno. El mito que da cuenta de la situación y forma característica de una roca en el mar, al relatar, por ejemplo, que un antepasado la lanzó allí, refuerza y garantiza, renueva y, por así decirlo, fija la existencia de ese objeto sólo por el hecho del relato”. (Van de Leeuw: Fenomenología de la religión, p. 340.) De esta forma el mito reintegra al hombre a una época atemporal, más acá o más allá de la historia.

Ahora bien, y por extensión, acelera el nombre de “pensamiento mito” (pensamiento salvaje o pensamiento mágico) a la totalidad de representaciones y acciones del hombre primitivo o de cualquier otro grupo humano de indígenas con nativos que conserven este tipo de mentalidad.

Si retomamos nuestros planteamientos iniciales, recordaremos que en la base de cualquier tipo de pensamiento se encuentra un sujeto, en relación activa con su entorno muestra una tendencia natural por conocer. Este afán de conocimiento, esta necesidad primera de explicarse el porqué y cómo de las cosas existió, naturalmente, en el hombreprimitivo. Éste se preguntaba, siguiendo alguno de los ejemplos anteriores, cómo fue creado el universo o de dónde provenía la humanidad. En tanto que el ser humano supone de manera constitutiva –si bien condicionada histórico-socialmente- una capacidad de expresión racional por lo que toca a la conjunción de sus facultades de conciencia, lenguaje, acción, etc., es capaz de intentar dar razón de todo aquello que le rodea y de sí mismo; y si aparte de este hecho hacemos la consideración -desde un punto de vista ontológico- de que la realidad misma posee una estructura racional, en el sentido de que conforma una totalidad ordenada, en la que todo tiene una causa o razón de ser, surgiendo, relacionándose y dependiendo unas cosas de otras, se completa la explicación de que todo tipo de pensamiento y conocimiento implican, aunque sea de manera elemental, un cierto aspecto de racionalidad; o dicho en otros términos, el pensamiento y conocimiento humanos son de carácter discursivo, en el sentido de pensamiento y conocimiento causales: dar razón de algo es averiguar su causa.

Sin embargo, y ésta es una de las formas principales en que se puede caracterizar al pensamiento mítico, “no es la del mito una razón crítica que se vigile a sí misma además de examinar la realidad”. (Nicol: Los principios de la ciencia, p.43.) Con esta modalidad de pensamiento el hombre primitivo intentaba dar razón de algún fenómeno, procuraba explicarlo a partir de sus causas, pero lo que no hacía era explicar la forma en que lo intentaba: no explicaba su propia manera de explicar. La razón mítica -digamos- no es todavía las razón lógica de la ciencia, puesto que así algo define a la Ciencia y a la Filosofía es su capacidad de autoexplicación.

Y es que el hombre primitivo -como el niño- es realista sin reservas, es decir, le otorga realidad objetiva a todo cuanto ve, oye, siente, presiente, piensa, imagina o sueña: una piedra puede ser la casa de Dios; un árbol puede ser el protector de los niños recién nacidos; un trabajo agrícola puede repetir acciones de alguna divinidad; vocales y consonantes pueden transformarse en pulseras de sol y anillos de la Luna; la sexualidad puede estar absolutamente ligada a las cosechas; el hombre pudo haber nacido de un huevo; un toro puede ser el dios de la tormenta, etc. Hay, entonces, una cierta incapacidad del hombre primitivo para quedarse sin respuesta a sus preguntas. Las respuestas, sencillamente, las inventaba; por eso era infalibles, por eso vivía en un mundo que le resultaba transparente, sin lugar a dudas: inventaba el porqué de las cosas esquivando el cómo. Pero “cuanto menos se conoce el mundo, más fácilmente se le explica, no padeciendo el principio explicativo mismo ninguna necesidad de explicación. Por ello es que la mentalidad primitiva es esencialmente precrítica, designando aquí la palabra crítica como la entraba en juego del instrumento juzgante, que hace aparecer una función nueva, una edad diferente de inteligencia”. (Brunschvic: Las edades de la inteligencia, pp.29 y 37.)

Otro ejemplo sencillo ilustrará el carácter precriticó de la mentalidad arcaicas. Si queremos localizar las fuentes del río Nilo, será preciso que lo remontemos para “ir a ver”; pero si como los antiguos egipcios creemos que el agua del río proviene del llanto de una diosa, entonces todos se resuelve por sí mismo. Tal estilo de creencia no se plantea la necesidad de un procedimiento crítico de verificación de hipótesis en la experiencia concreta de las cosas.

Si nos concentramos ahora en el fenómeno del lenguaje, entendiendo que la relación de conocimiento que el hombre guarda con la realidad supone siempre una mediación lingüística, es decir, el empleo de todo un sistema convencional de signos mediante el cual representamos y estructuramos la realidad en forma significativa, localizamos otro ángulo de explicación del pensamiento mítico: para el hombre primitivo, el signo o símbolo lingüístico no representa la cosa, sino que es la cosa misma. Un ejemplo de esto lo encontramos en los antiguos jeroglíficos egipcios, que eran concebidos como seres mágicos, o en el poder de la palabra mágica para provocar o detener algún fenómeno de la naturaleza. En la medida en que este tipo de pensamiento, también llamado pensamiento mágico -y en forma similar a como opera el pensamiento infantil-, confunde o mal distingue entre el factor cosa y el factor significado, así también difícilmente distingue entre el yo y el mundo, la apariencia y la realidad, el sueño y la vigilia y hasta entre la vida y la muerte.

Ahora bien, gustó esta indistinción entre apariencia y realidad, entre el símbolo y la cosa simbolizada, comienza a ser disuelta en la siguiente etapa de la conciencia humana: el pensamiento religioso, cuyas características esenciales expondremos a continuación.

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