Para mantener la dominación por largo tiempo, ésta ha de basarse no sólo en la fuerza: es necesario persuadir al dominado de su condición y que la acepte. Lo que correspondía a los españoles era la conquista espiritual, es decir, implantar, la civilización peninsular en tierras americanas.
Dada la preponderancia del cristianismo en la vida española, la conquista espiritual fue encomendada a los clérigos. Implantar la cultura europea significó, en la conciencia y los actos de los frailes, la evangelización. La conversión de los nativos al cristianismo representó un problema de relación que habría de darse entre la religión cristiana y la autóctona. ¿Se presentaría como el perfeccionamiento de las religiones indígenas, o la mostrarían como algo completamente nuevo e incompatible con ella?
Tomar la primera propuesta requería utilizar elementos de las creencias prehispánicas para hacer del cristianismo una religión más comprensible a los naturales. En el segundo caso podría esperarse un rompimiento tajante entre las religiones anteriores, preservando, de esta manera, la pureza del cristianismo y evitando errores interpretativos y prácticas perniciosas. España encabezaba la contrarreforma europea. Ni duda cabe entonces, que sus sacerdotes venían imbuidos de ese celo religioso que los dirigió a la negación absoluta de las creencias prehispánicas.
Así, los misioneros se dieron a la tarea de destruir templo por templo y de construir iglesias sobre ellos. También desaparecieron códices en los que los nativos habían asentado sus cosmologías y hecho relación de sus antepasados. En su furor religioso, los clérigos extranjeros hicieron investigaciones minuciosas de las creencias, prácticas religiosas, usos y costumbres de los indios, no tanto para preservarlas como para combatirlas de un modo más sistemático y racional, como fue, incluso, del insigne fray Bartolomé de las Casas.
A lo largo del siglo XVI se estudiaron y teorizaron las estructuras gramaticales de lenguas y dialectos prehispánicos, con el único fin de elaborar catecismo. No obstante, éstos fueron inmediatamente prohibidos para no causar confusión alguna en la interpretación y comprensión de los dogmas cristianos. Así, por ejemplo, la palabra “Dios” nunca se tradujo por teótl en náhuatl, según los clérigos, no significaba lo mismo. Definida la conducta a seguir con las religiones anteriores, quedaba por definir el modo en que los indígenas serían convertidos al cristianismo, por la fuerza o por el convencimiento. Aunque en 1523 el emperador Carlos V ordenó a Hernán Cortes abstenerse de intimidar a los nativos para conducirles al cristianismo, muchos evangelizadores desobedecieron las órdenes del rey.
En México, todos reconocían unánimemente que la aceptación de la fe tenía que ser voluntaria, pero mientras que unos, tachados de idealistas y excesivamente puros, no aceptaban ni la más leve apariencia de coacción, otros que se tenían por más equilibrados y prudentes, sostenían que para predicar con eficacia el cristianismo entre los indios era preciso crear un ambiente de sumisión y seguridad que sólo podía existir con la presencia de las fuerzas armadas.52
Estas dos tendencias expresadas en su más alto radicalismo encarnaron es dos frailes: fray Toribio de Benavente o Motolinía y fray Bartolomé de las Casas, quien sostuvo que no es derecho de los hombres sino de Dios escoger a aquellos que han de formar parte de la cristiandad. En todo caso, la iglesia es la encargada de llamar a los elegidos por Dios, llamándolas del único modo establecido por la providencia divina: “la persuasión del entendimiento por medio de razones y la invitación y suave moción de la voluntad”.
52 Gallegos R., José M.: La Filosofía en México en los siglos XVI Y XVII. UNAM, México, 1989, P.101.
Motolinía, en cambio, clérigo más de hechos que de palabras, utilizó el recurso de la imposición forzada en Cunamá, la Vera Paz y la Florida con resultados verdaderamente deplorables: en la Florida, misioneros dominicos, casi la mitad, murieron con armas de los nativos Hemos expuesto tres problemáticas importantes que surgieron con el choque de dos culturas: la europea y la del Nuevo Continente. Ahora te proponemos conocer la Filosofía y la actividad filosófica de los siglos XVI Y XVII en la Nueva España.
La Ilustración es una de las distintas corrientes que se dieron en la época moderna, esta corriente llena todo el siglo XVIII y también se le conoce como Iluminismo o época de luces porque en efecto, intento iluminar, aclarar o ilustrar todo por la vía de la razón, superando el dogmatismo y aquellas ideas que no sean compatibles con la ciencia y con la racionalidad. En este periodo surge una filosofía optimista que tiene gran confianza en la razón para organizar la vida y la sociedad en beneficio de la humanidad.
La ilustración se origina en Inglaterra dentro del ambiente de tranquilidad que surge después de un período revolucionario, de Inglaterra pasa a Francia donde se radicalizó más, repercutiendo en las principales ideas que asumirá la revolución francesa
La Ilustración francesa es concebida por muchos como una crítica al cristianismo o mezcla de hostilidad que toma a la Iglesia como enemiga de la razón propugnadora de la intolerancia. La Ilustración francesa presenta diferentes facetas, desde el deísmo de Voltaire y Diderot, al ateísmo de Holbach y el materialismo de Cabanis.
Los filósofos franceses del siglo XVIII se caracterizaron por su enemistad hacia el sistema político existente dando, como ya mencionamos, pie a la Revolución y al establecimiento de la democracia burguesa, aunque llevados por la defensa de la razón, considerada como el mejor instrumento para entender el mundo del hombre.
Oponiéndose a la Edad Media, los filósofos de la Ilustración pretendían formar una nueva cultura. Ellos creían en el progreso marcado por el desarrollo de las ciencias, influidos por el pensamiento inglés (Locke y Newton). Los ilustrados estaban convencidos de que el mejor camino era la observación que remite a los fenómenos y nos permite acceder al conocimiento de las leyes y causas de los mismos para, después llegar a principios universales que les posibiliten examinar los hechos. O sea que aceptaban un empirismo a demás de un racionalismo
Dicho empirismo derivó, en algunos casos, en un positivismo, por lo que no creían en una metafísica al estilo medieval sino en una racional que sintetizaba los resultados de las ciencias empíricas. Algunos de estos filósofos reflexionaron acerca de lo fisiológico y lo psíquico del hombre, hasta llegar a un materialismo; intentando desarrollar una cienciadel hombre al estilo de la Física de Newton además de separar la Ética de la Metafísica y de la Teología –desde el Idealismo ético de Diderot hasta el Utilitarismo de la Mettrie-; al mismo tiempo otros pensadores sostenían un deísmo, como Voltaire cuando sostenía: “si Dios no existiera habría que inventarlo precisamente en bien de la armonía moral de la sociedad”.1
Otra característica de estos pensadores es que no eran propiamente profesores de Filosofía en las universidades sino que se dedicaban a otras tareas de actividad científica, puesto que la Filosofía no era por entonces una profesión académica. Citemos a continuación algunos pensadores representativos de la Ilustración:
Pierre Bayle (1647-1706) fue quien más influyó en la preparación de la Ilustración. Sostenía que el hombre era un ser racional y autónomo que no necesitaba de creencias religiosas para desarrollar una vida virtuosa. Montesquieu (1689 – 1755) aplicó el método inductivo para entender los fenómenos sociales y encontrar los principios del desarrollo histórico. Esto se manifiesta en su obra Del espíritu de las leyes, donde sostiene que las condiciones ambientales influyen en el carácter de los pueblos; afirmó la existencia de una ley moral natural anterior a toda ley positiva y propuso que la libertad humana es limitada por las leyes; que la libertad política implicaba la separación de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial para actuar como contrapesos unos de otros con el fin de evitar el despotismo y el abuso tiránico del poder. Esta obra se inspiró en el sistema inglés y pretendía adaptarlo al sistema francés para corregirlo. Otros de sus obras fue “sobre las causa de la grandeza y decadencia de los romanos”, donde observa que el auge de las naciones se basa en la libertad política.
Este pensador influye notablemente en la preparación la Ilustración sostenía que el hombre es un ser racional y autónomo que no requiere de creencias religiosas para llevar una vida honesta y virtuosa, su ética, entonces, prescinde de la religión, Escribió un voluminoso diccionario histórico y crítico, donde hace una hace una aseveración muy fuerte a la filosofía tradicional, o sea a la que se da en la edad Media. Considera que los dogmas religiosos son incompatibles con los conocimientos que brinda la razón y la ciencia. Además Bayle sustentaba ideas liberales ya que defendió la separación de la Iglesia y el Estado, abogando por la tolerancia, principio sostenido por los filósofos de la Ilustración
Voltaire, cuyo nombre original fue Francoise Marie Arouet (1694-1778), sostenía la existencia de Dios puesto que al observar la naturaleza se podía inferir la existencia de un creador inteligente, aunque rechazaba la existencia del alma espiritual por considerarla una hipótesis metafísica innecesaria para cubrir nuestra ignorancia; sin embargo, sostenía la existencia de una libertad de indiferencia y una espontaneidad; siendo la primera el resultado de nuestra volición cuando no hay algún motivo que incline a la voluntad, producto de la comprensión o del instinto.
La voluntad está encausada, sin embargo los actos libres se dan cuando se tiene la oportunidad de hacerlo o no. Por lo que se es libre cuando se tiene el poder de llevar a cabo la acción que se deseaba. Pero este determinismo no descarta la existencia de una ley moral entendida como conciencia de la necesidad, pues existen leyes naturales conforme a las cuales actuamos los seres humanos en todo el mundo, ya que Dios nos ha dado ciertos sentimientos que dan origen a las leyes fundamentales de la sociedad humana.
1 Copleston F.: Historia de la Filosofía. t. 6. Ariel, Barcelona, 1987, p. 19.
Por otra parte, este filosofo francés, se muestra como defensor de la libertad política pues creía en la existencia de los derechos humanos, mismos que el Estado debía respetar.
Dicha libertad correspondía a la libertad del pensamiento y de expresión. Voltaire se reía de la igualdad que proponía Rousseau pues consideraba que el pueblo siempre seguiría siendo ignorante. Creía en la monarquía Ilustrada defendida por los filósofos de la época, la cual debería ser tolerante y benévola, brindar las condiciones de libertad acabando con el poder de la Iglesia y sustituir el dogma y la superstición por la Ilustración; no propugnaba una revolución social sino una reforma del sistema de gobierno, por lo que el progreso significaba acceder al reino de la razón, al progreso intelectual, científico y económico, pero no político.
Claude Adrien Helvetius (1715-1771) fundó una teoría utilitarista de la moralidad donde sostenía que las virtudes son las acciones útiles al público y acordes al interés general, por lo que la norma de moralidad es el interés común. El modo de implantar el interés común es la educación, pero ésta no se puede lograr por la existencia de la imposición del clero y por el hecho de que los gobiernos son imperfectos o malos, lo que conlleva a resquebrajar el poder del clero y a reformar el sistema de gobierno mediante una legislación adecuada.
Aunque se tiene la idea de que la ilustración exalta la razón; sin embargo, son las pasiones y los sentimientos controlados por la razón los que impulsan el progreso.
Recordemos que el progreso, la libertad y la confianza en la razón humana son las ideas principales que se dan en la Ilustración.
Juan Jacobo Rousseau (1712- 1778), es sin duda una de las grandes figuras, más importantes de la Ilustración. Sus principales obras son: “confesiones” de carácter autobiográfico; “Discurso acerca del origen y fundamento de la desigualdad entre los hombres” “ la nueva Eloisa”, “Emilio o de la Educación” y el contrato social”, obra que va a repercutir considerablemente en los teóricos del liberalismo y en los pensadores y caudillos de la Independencia en Latinoamérica.
Juan Jacobo Rousseau (1712-1778)
El pensamiento de Rousseau contrasta con el de sus contemporáneos ilustrados ya que fue uno de los primeros en criticar la racionalidad inclinándose por los sentimientos, los
que considera la parte más noble del ser humano. De acuerdo con ello sostiene una concepción originaria y natural de la vida, una vuelta ala naturaleza. Para Rousseau el hombre es bueno por naturaleza y lo que llamamos “civilización” es lo que nos aleja de la propia naturaleza desvirtuándonos y pervirtiéndonos. Por naturaleza entiende el pensador Ginebrino, una vida sencilla, pura, no contaminada por los convencionalismos sociales. Su doctrina política esta plasmada en “El Contrato Social”, su obra más conocida e importante; piensa que la sociedad es un convenio o pacto que se establece entre los hombres. La voluntad general que surge por procedimientos democráticos, es el origen de la soberanía y de las leyes; los gobernantes no deberán tener poderes absolutos como sucede en las viejas monarquías, sino que pueden ser removidos por los ciudadanos cuando éstos no cumplen con su cometido. Así, cada ciudadano no debe ser solo objeto, si no también sujeto de poder.
Por otra parte el autor del contrato social considera que es preciso reformar la vida social con forme a un principio de igualdad jurídica y de libertad personal(idea esencial del liberalismo que se desarrollara en el siglo XIX). Tales reformas solo serán posibles mediante la educación. Este tema, el de la educación, es abordado por Rousseau en otra de sus obras importantes: “El Emilio”, donde una de sus ideas es la formación del niño a partir del respeto a la naturaleza pues “todo sale perfecto de las manos del autor de la naturaleza”, sin embargo todo se degenera o deforma por la intervención del ser humano creando artificios que desvirtúan la espontaneidad y frescura que reina en la propia naturaleza.
El surgimiento y desarrollo de la ciencia en el Renacimiento no se habría dado sin lamutua complacencia y evolución de la Filosofía. Ésta nunca ha estado aislada, por el contrario, se ha nutrido de los múltiples factores de la cultura humana, época tras época. Entre la Filosofía y la ciencia ha existido un diálogo permanente en cuanto a temas, objetivos y, sobre todo, métodos. La ciencia que surge en el Renacimiento se distinguió de cualquier otra explicación o descripción dada a la naturaleza y no tanto por los resultados obtenidos, como por la manera de conseguirlos.
El hombre del Renacimiento se olvidó de las sentencias de pensadores antiguamente venerados, de los prejuicios religiosos o teológicos, sustituyéndolos por los datos inmediatamente sensibles o de información empírica.
La observación tanto como la experimentación significaron un paso importantísimo en el desarrollo de la ciencia, pero sólo fue trascendental cuando las percepciones empíricas fueron evaluadas por el cálculo matemático.
Es bien conocida la comparecencia de Galileo ante la Santa Inquisición, dándose, por un lado, la confrontación entre prejuicio teológico y el dictamen aristotélico, y, por el otro, el recurso directo de los datos empíricos.
La mera observación, por ejemplo, no es un argumento suficientemente convincente para demostrar que la Tierra gira en torno al Sol (heliocentrismo), más parecía lo contrario (geocentrismo). Lo cierto es que la simple observación no permitiría alguna verificación al respecto. Para lograrlo habría que recurrir al apoyo indiscutible de las matemáticas.
Hemos insistido que en el Renacimiento se contempló y concibió de otra manera a la naturaleza. El problema emergente tendrá que corresponder a: ¿Cómo estudiarla? ¿Qué método es el más adecuado?. La dificultad no tuvo solución inmediata aun existiendo múltiples propuestas. Algunas pecaban de titubeantes y otras de dogmáticas, hasta que tras sortear infinidad de dificultades se abrió paso el Método Experimental como digno representante de la naciente ciencia.
La aparición de la ciencia moderna, o, mejor dicho, de la ciencia clásica en los periodos renacentista y posrenacentista, ejerció naturalmente un efecto profundo en las mentes de los hombres, abriendo para ellos nuevas perspectivas de conocimiento y dirigiéndoles hacia nuevos intereses. Ningún hombre sensato desearía negar que el progreso científico de los siglos XVI y XVII fue uno de los acontecimientos más importantes e influyentes en la historia.1
Es precisamente en el ámbito de la Astronomía (vinculada obviamente para entonces con la Geografía), donde se habría de producir el comienzo de una gran y decisiva ruptura epistémica con el sistema de pensamiento antiguo (greco-romano y medieval), proponiendo un nuevo paradigma de explicación para el orden universal, que se justificaba por el surgimiento de la revolución científica.
La observación y la experimentación permitieron exponer por primera ocasión y de manera plausible -aunque aún necia y dogmáticamente objetada por la Iglesia- la teoría heliocéntrica iniciada por Nicolás Copérnico (1473-1543) y establecida firmemente por Galileo Galilei (1564-1642). Sin embargo, es justo mencionar que la idea de rotación de la Tierra, ni era nueva ni surgió en dicho periodo, pues ésta se remontaba desde el siglo III a. C., con el filósofo y astrónomo griego Aristarco.
No obstante, fue en esta etapa donde se contó con un sustento teórico mayormente sólido (el cálculo matemático), también avalado empíricamente; se emplearon los avances tecnológicos puestos al servicio de la ciencia, como por ejemplo, el telescopio. Poco a poco ganó adeptos la afirmación de que la Tierra rotaba sobre su eje y de su movimiento alrededor de un Sol fijo, que la nueva Astronomía de la época describía, constituyéndose como la única ciencia que hasta entonces -con base a un sinnúmero de observaciones emparentadas con cálculos matemáticos- proporcionaba datos suficientemente precisos para permitir la construcción de hipótesis claramente establecidas y susceptibles de ser comprobadas. El cambio no fue fácil ni mucho menos, pues el abandono de una idea nos ha enseñado que la historia nunca ha sido sencilla, y menos para los propugnadores del cambio.
En la junta de Burgos de 1512, se ventiló otro problema unido estrechamente al de la naturaleza de los indios, éste se refería específicamente a los derechos de la Corona española sobre el continente descubierto
Así como ya existía, por tradición una teoría europea del hombre, también se había desarrollado una concepción de derecho del dominio, abordado desde la relación de cristiandad con los infieles. Uno de los pensadores sobresalientes en este asunto fue Enrique de Susa (fallecido en 1271), mejor conocido como el Ostiense.
Enrique de Susa sostenía que el Papa es vicario universal de Jesucristo y, por consiguiente, tiene potestad, no sólo sobre los cristianos, sino también sobre todos los infieles. Después de la venida de Cristo, los títulos que pudieran tener los infieles por derecho natural o de gentes desaparecieron, recayendo el poder temporal en el pontífice de Roma. Y podía, cuando lo estimara necesario, reclamar la potestad sobre los infieles. Hubo quienes combatieron el tono radical de estas doctrinas, tal es el caso de Santo Tomás de Aquino (1225-1274), quien observó que el derecho y la prelación se introdujeron por derecho humano; en cambio, la distinción entre fieles e infieles era derecho divino. El derecho divino, que proviene de la gracia, no niega al derecho humano, fundado en la razón natural. Por lo tanto, la distinción entre fieles e infieles, considerada en sí misma, no es razón suficiente para justificar el dominio de los primeros sobre los segundos. El derecho natural y de razón, son patrimonio de todos los hombres. En el siglo XVI, Palacios Rubios, influido por el Ostiense, sostuvo, al opinar en la mencionada Junta de Burgos que Cristo fue el soberano en el sentido espiritual y temporal, y delegó estas facultades en el Papa. Por tal motivo, los reinos de los infieles no gozan de independencia frente a la sede romana, y están obligados a someterse si ésta así lo desea. En esta circunstancia, las posesiones de los infieles sólo tenían el carácter de tenencia momentánea, hasta que el Papa reclame sus derechos
Incluso, Palacios Rubios elaboró un “ requerimiento “ que los conquistadores españoles deberían leer a los habitantes del Nuevo Mundo. En el se hacía, primeramente, un resumen de la religión cristiana, para que los infieles supieran quiénes eran Cristo y el Papa y los derechos que detentaban para exigirles la sujeción a su poder. Después, se les dice que todos los hombres son prójimos porque descienden de Adán, y se les pide reconocer a la iglesia y al Papa, al rey y a la reina como poseedores de estas tierras por donación papal.
Posteriormente se les advierte que si se someten voluntariamente serán recibidos con amor y caridad, y se respetarán a sus mujeres, hijos y propiedades. No se les obligará a volverse cristianos, y quien quiera serlo, lo será por voluntad propia, pero si se niega a someterse, los soldados, con la protección de Dios, los combatirán, serán esclavizados y ya en su condición de esclavos, se venderán.
Ante esta doctrina, se levanta la teoría de fray Francisco de Vitoria, ciertamente vinculada a la de Santo Tomás de Aquino. De Vitoria se opone al título que Carlos ostenta como emperador, dueño y soberano de las indias. También niega el dominio, potestad temporal y civil del Papa sobre el Nuevo Continente, sus indios y demás fieles. La potestad temporal del Papa es de orden espiritual y no material, aunque ésta tenga como finalidad liberarlos del pecado.
En cuanto al emperador, critica con dureza al derecho de conquista. Dice, de los españoles que navegan hacia tierras americanas, ningún derecho llevan consigo para ocuparles sus provincias, pues ninguna injuria le hicieron a la república; por tal motivo, no existe causa alguna para una guerra justa. Las ideas de fray Francisco de Vitoria fueron tan agudas y certeras que el mismo rey Carlos V, prohíbe la continuación de las discusiones sobre el continente descubierto y la autoridad del Papa. El avance de la controversia, referida a la legitimidad de la soberanía española, se reflejó en algunas modificaciones políticas e institucionales. Se abandonó el “ requerimiento “. Las ordenanzas de Felipe II (1573), sustituyeron el concepto “conquista “ por el de “pacificación“.
Después, en la Recopilación de las leyes de indias de 1680, se prohíbe la guerra contra los indígenas, ya sea con fines económicos o políticos. Sin embargo, una cosa era lo que se ordenaba y otra lo que se hacía. Las intenciones institucionales chocaron con las ambiciones de quienes se encargaban de las actividades colonizadoras:
El indio podía ser libre dentro del marco del pensamiento y de la ley de España, pero el goce de esa franquicia se vería contrariado por obstáculos poderosos de orden social. Sin embargo, las ideas de libertad y protección de los nativos formaron parte inseparable de ese complejo cuadro histórico, como atributos de la conciencia española en América.53
En función de lo leído en páginas anteriores, contesta las siguientes preguntas.
¿Cuál es el papel que desempañan los intelectuales en la conquista del Nuevo Mundo?
¿Existe la neutralidad ideológica?
¿Se puede afirmar actualmente que hay razas y hombres, por naturaleza, superiores e inferiores?
Actualmente se puede afirmar o demostrar que pueda haber unas culturas superiores a otras o que tan sólo podemos hablar de diferencias culturales?
Es legítimo el derecho de conquista?
El derecho de conquista es una acto de barbaridad?
53 Zavala, Silvio.Op.cit., p.38.
El sojuzgamiento de sociedades débiles por otras más poderosas ha sido frecuente en la historia de la humanidad, y para ello se han utilizado muchos recursos. Uno de ellos lo constituye el armamento, el cual no es suficiente para ganar la guerra. Falta el elemento ideológico, la justificación teórica que fortalezca la conciencia y el ánimo. Este elemento lo aportaron los intelectuales, quienes se encargaran de argumentar, sistemática y racionalmente, a favor del vencedor o del vencido.
En la antigüedad, la distinción entre hombre de razón y bárbaros explicaba el sojuzgamiento; en la Edad Media, por las diferencias de credos religiosos, fieles e infieles, y en la época moderna, por las diferencias racionales y de organización política. Al respecto, recordaremos las pretensiones de Alemania por dominar al mundo en nombre de una raza superior. En la actualidad, Estados Unidos ha invadido países como Panamá o Iraq, irguiéndose como el paladín de los “ países libres “. Lo cierto es que, desde la antigüedad, los motivos de guerra son casi siempre de carácter económico, pero los países belicistas los encubren apoyándose para ello en filosofías reducidas a simples ideologías.
Sin embargo, independientemente de la manera que se haya o no justificado la conquista, es claro que en la problemática filosófica del México colonial en los siglos XVI y XVII, son de destacar el problema del humanismo mexicano que desarrolla la problemática de la naturaleza de los indígenas, la incorporación de los indígenas a la cultura española y la legitimidad de la soberanía española. Humanismo del cual son significativos representantes cristianos Vasco de Quiroga, Bartolomé de las Casas y, su opositor Juan Ginés de Sepúlveda.
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