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Taller de Lectura y Redacción 2 – Segundo Semestre

3.3.1 RASGOS RECURRENTES

En la literatura los lectores podemos distinguir el estilo de uno u otro autor a través de sus rasgos constantes tanto en la forma (lenguaje) como en el fondo (contenido), a estos los llamamos rasgos recurrentes.

Para ejemplificar lo anterior nos remitiremos a los cuentos de García Márquez, en donde encontramos como rasgos recurrentes de contenido el hecho de que siempre menciona los pueblos típicos, la figura materna (a la cual le da una significación muy especial como en Los Funerales de la Mamá Grande) y acciones que aparentemente son irreales como en El ahogado más hermoso del mundo. Otro ejemplo lo encontramos en las obras de Juan Rulfo, en El llano en llamas y en Pedro Páramo, donde también se observan como rasgos recurrentes el ubicar las acciones en zonas rurales y presentar gente del campo, explotada, amenazada o ultrajada.

Desde el punto de vista de la forma, García Márquez gusta de utilizar metáforas a través de un lenguaje sencillo cargado de gran significación; Rulfo también utiliza un lenguaje sencillo, pero cargado de gran simbolismo en su afán de introducirse al interior de sus personajes.

¿Podrías sugerir otros ejemplos?.

Los rasgos recurrentes, en conclusión, son las constantes que hayamos en un texto literario y están relacionados con el contenido y la forma, lo que da equilibrio a la obra literaria.

Para que apliques lo que aprendiste sobre los rasgos recurrentes que identifican el estilo de un autor, realiza lo siguiente:

I. Lee atentamente el siguiente texto y resuelve lo que se te pide al final del mismo:

TEXTO 51

El Retrato Oval 39

El castillo en el cual mi asistente se había empeñado en entrar si fuese menester a la fuerza, antes que permitirme pasar, hallándome gravemente herido, la noche al raso, era uno de esos enormes edificios, mezclados de lobreguez y grandeza, que durante tanto tiempo han alzado su frente ceñuda por entre los Apeninos, no menos en la realidad, que en las novelas de la señora Radcliff. Según todas las apariencias había sido abandonado temporalmente y en época muy cercana. Nos instalamos en una de las habitaciones más pequeñas y menos suntuosamente amuebladas. Estaba situada en una apartada torre del edificio. Su ornamentación era rica, pero ajada y vetusta. Sus paredes estaban colgadas de tapices, y ornadas con diversos y multiformes trofeos heráldicos, junto con inusitada numerosidad de pinturas modernas muy garbosas; en marcos de rico arabesco de oro. Por aquellas pinturas, que pendían de las paredes no sólo en sus principales superficies, sino hasta en los muchos rincones que la extravagante arquitectura del castillo hacía necesarios, por aquellas punturas, digo, mi delirio incipiente, quizás despertado en mi profundo interés; de manera que ordené a Pedro cerrase los macizos postigos de la habitación, pues que ya era de noche que encendiese los picos de un grande candelabro que se alzaba junto a la cabecera de mi cama y que corriese de par en par las floqueadas cortinas de negro terciopelo que envolvían también la cama. Quise que se hiciera todo aquello para poder entregarme si no al sueño, a lo menos alternativamente a la contemplación de aquellos cuadros y a la

39 Tomado de POE, Edgar Allan. Narraciones Extraordinarias. Latinoamericana.

muy atenta lectura de un pequeño volumen que habíamos hallado sobre la almohada, y que contenía la crítica y la descripción de ellos.

Largamente, largamente leí y devotamente. devotamente contemplé. Rápida y magníficamente pasamos las horas, y llegó la plena medianoche. La posición del candelabro me desplacia, y alargando mi mano con dificultad, por no despertar a mi adormecido asistente, lo coloqué de manera que sus rayos cayesen más de lleno sobre el libro.

Pero aquella acción produjo un efecto completamente inesperado. Los rayos de las numerosas bujías (porque había muchas) caían ahora dentro de un nicho de la habitación el cual, hasta entonces, había sido dejado en profunda oscuridad por uno de los postes de la cama. Y por ello pude ver vivamente iluminado un retrato que me había pasado completamente inadvertido. Era el retrato de una niña que apenas comenzaba a ser mujer. Miré precipitadamente aquella pintura, y acto seguido cerré los ojos. ¿Por qué hice aquello? No fue claro al primer pronto ni para mi propia percepción. Pero mientras mis párpados quedaban cerrados de aquella manera, recorrí en mi espíritu los motivos que había tenido para cerrarlos. Había sido un movimiento impulsivo para ganar tiempo de pensar, para asegurarme de que mi visión no me había engañado, para calmar y dominar mi fantasía y dedicarme a una contemplación más juiciosa y verídica. Al cabo de muy pocos momentos, miré otra vez fijamente a la pintura.

Lo que yo entonces veía con justeza, no podía ni quería dudarlo; porque el primer resplandor de las bujías sobre el lienzo, había parecido disipar el soñoliento sopor que se estaba apoderando de mis sentidos, y volverme con sobresalto a la vida despierta.

El retrato, ya lo he dicho, era el de una joven. Se reducía a la cabeza y hombros hecho a la manera que técnicamente suele llamarse de viñeta; tenía mucho de estilo de las cabezas favoritas de Sully. Los brazos, el pecho y hasta los contornos de los radiosos cabellos, se fundían imperceptiblemente en la vaga, pero profunda sombra que formaba el fondo de aquel conjunto. El marco era oval, ricamente dorado y afiligranado en arabesco. Como obra de arte, nada podía ser más admirable que aquella pintura por sí misma. Pero no podía haber sido ni la factura de la obra ni la inmortal belleza de aquel semblante, lo que tan súbitamente y con tal vehemencia entonces me había conmovido, y mucho menos podía haber sido que mi fantasía sacudida de su casi adormecimiento, hubiera tomado aquella cabeza por la de una persona viva. Comprendí en seguida que las particularidades del dibujo, del aviñetado, y del marco hubieran instantáneamente disipado semejante idea, me hubieran evitado hasta una momentánea distracción. Meditando seriamente acerca de todo aquello, permanecí, tal vez durante una hora, medio sentado, medio reclinado, con la vista clavada en aquel retrato. Finalmente; satisfecho de haber acertado el verdadero secreto del efecto que producía, me eché completamente de espaldas en la cama. Había hallado que el hechizo de aquella pintura consistía en una absoluta semejanza con la vida en su expresión, que primero me sobrecogió y finalmente me desconcertó, me avasalló y me anonadó. Con profundo y respetuoso temor volví a colocar el candelabro en su posición primera. Una vez que quedó apartada de mi vista la causa de mi profunda agitación, escudriñé ansiosamente el volumen que trataba de aquellas pinturas y de sus historias. Volví las hojas hasta encontrar el número que designaba el retrato oval, y allí leí las imprecisas y primorosas palabras que siguen:

“Era una doncella de singularísima belleza, y no menos amable que llena de alegría.Pero funesta fue la hora en que ella vio, y amó, y se casó con el pintor. Él apasionado, estudioso, austero, y que tenía ya una esposa en su Arte; ella, una doncella de rarísima belleza, y no menos amable que llena de alegría; toda luz y sonrisas, y juguetona como un cervatillo; amante y cariñosa para todas las cosas de este mundo; sólo aborrecía el Arte que era su rival; sólo temía a la paleta y los pinceles y otros enfadosos instrumentos que la privaban de la presencia de su amado. Fue, pues, cosa terrible para aquella señora oír hablar al pintor de su deseo de retratar también a su joven esposa. Pero ella era humilde y obediente, y se estuvo dócilmente sentada durante muchas semanas en la sombría y elevada cámara de la torre donde la luz caía sobre el lienzo sólo desde arriba. Pero él, el pintor, tomó suma afición a su obra, que iba adelantando hora por hora, y día por día. Y él era un hombre apasionado, y vehemente, y caprichoso, que se perdía siempre en fantaseos; de tal modo que no quería ver cómo aquella luz que se derramaba tan lúgubremente en aquella solitaria torre, marchitaba la salud y el ánimo de su esposa a quien todos veían consumirse menos él. Y sin embargo, ella no paraba de sonreírle, sin quejarse nunca, porque veía que el pintor (quien gozaba de alto renombre) hallaba su férvido, abrasador deleite en su tarea y se afanaba de día y de noche en pintar a la que tanto lo amaba, y que cada día se iba desalentando más y enflaqueciendo. Y, la verdad sea dicha, algunos que contemplaron el retrato, hablaron de su parecido en quedas palabras, como de una vigorosa maravilla, y demostración, no sólo del talento del pintor, sino de su amor profundo por aquella a quien pintaba de modo tan excelso. Pero hacia el final, cuando la obra se acercaba más a su terminación, ya no se admitía a nadie en la torre; porque el pintor se había alocado con el ardor de su tarea, y raramente quitaba los ojos del lienzo, ni ya siquiera para mirar al rostro de su esposa. Y no quería ver cómo los colores que esparcía en el lienzo eran arrancados de las mejillas de la que estaba sentada junto a él. Y cuando hubieron pasado muchas semanas más, y quedaba ya muy poco por hacer, salvo una pincelada sobre la boca y un toque en los ojos, el espíritu de la señora vaciló al mismo tiempo como la llama en la concavidad de una lámpara. Y luego la pincelada fue puesta, y luego el toque fue dado; y, por un momento, el pintor se quedó arrobado delante de la obra que acababa de trabajar; pero en el momento inmediato, mientras todavía estaba contemplando, se puso tembloroso y muy pálido y despavorido y gritando con alta voz:

– ¡Esto es realmente la Vida misma!.

Volvió súbitamente los ojos hacia su amada: ¡estaba muerta!”.

1. Elabora el resumen de este cuento:

  1. Describe los lugares donde se desarrollan las acciones:
  2. ¿Cómo es el ambiente que rodea a los personajes?.
  3. Describe el comportamiento del pintor:
  4. ¿Cuál es el tema del cuento?.

II. Lee y analiza el siguiente cuento, realiza lo que se te pide al final de este:

TEXTO 52

El Corazón Revelador 40

¡De veras! Soy muy nervioso. Tremendamente nervioso. Lo he sido siempre; pero ¿por qué decís que estoy loco? La enfermedad ha aguzado mis sentidos, pero no los ha destruido ni embotado. De todos ellos, el más agudo era el del oído. Yo he escuchado todas las cosas del cielo y de la tierra y bastantes del infierno. ¿Cómo, entonces, he de estar loco?. Atención. Observad con qué salud, con qué calma puedo contaros toda esta historia.

Es posible explicar cómo la idea penetró originalmente en mi cerebro. Pero, una vez concebida, me acosó día y noche. ¡Motivo no había alguno! Nada tenía que ver con ello la pasión. Yo quería al viejo. Nunca me había hecho daño. jamás me insultó. Su oro no despertó en mí la menor codicia. Creo que era su ojo. Si , esto era. Uno de sus ojos se parecía al de un buitre. Un ojo azul pálido, con una catarata. Cuantas veces caía ese ojo sobre mi, se helaba mi sangre. Y así lentamente, gradualmente, se me metió en la cabeza la idea de matar al anciano y librarme para siempre, de ese modo, del ojo aquel.

Ahora viene la dificultad. Me creeréis loco. Los locos nada saben de cosa alguna. Pero si me hubieseis visto, si hubierais visto con qué cautela, con qué disimulo puse manos a la obra…

Nunca estuve tan amable con él como durante toda la semana que precedió al asesinato. Cada noche, cerca de las doce, descorría el pestillo de la puerta, y la abría, ¡oh! muy suavemente. Y entonces, cuando la había abierto lo suficientemente para que pasara mi cabeza, introducía por la abertura una linterna sorda, bien cerrada, bien cerrada, para que no se filtrara ninguna claridad. Después metía la cabeza. ¡Oh! Os hubierais reído viendo con qué habilidad metía la cabeza. La movía lentamente, muy, muy lentamente, con miedo de turbar el sueño del anciano. Por lo menos, necesitaba una hora para introducir toda mi cabeza por la abertura y ver al viejo acostado en su cama. ¡Ah! ¿Hubiera sido tan prudente un loco? Entonces, cuando mi cabeza estaba dentro de la habitación, abría con precaución mi linterna -¡oh!, con qué cuidado, con qué cuidado!-, porque la charnela rechinaba un poco. La abría justamente lo necesario para que un hilo imperceptible de luz incidiera sobre el ojo de buitre. Hice esto durante siete noches interminables, a las doce, precisamente. Pero encontraba siempre el ojo cerrado, y así fue imposible realizar mi propósito, porque no era el anciano el que me molestaba, sino su Maldito Ojo. Y todas las mañanas, cuando amanecía, entraba osadamente en su

40 ibidem.

cuarto y hablábale valerosamente, llamándole por su nombre con voz cordial, interesándome por cómo había pasado la noche. Estáis viendo pues, que había de ser un viejo muy perspicaz para sospechar que todas las noches, precisamente a las doce, le observaba durante su sueño.

En la octava noche abrí la puerta con mayor precaución que antes. La aguja de un reloj se mueve más de prisa que lo que se movía entonces mi mano. Jamás como aquella noche pude darme cuenta de la magnitud de mis facultades, de mi sagacidad. Apenas podía dominar mi sensación de triunfo. Pensar que estaba allí, abriendo la puerta poco a poco, y que él ni siquiera soñaba en mis acciones o mis pensamientos secretos. A esta idea se me escapó una risita, y tal vez me oyese, porque se movió de pronto en su lecho como si fuera a despertarse. Tal vez creáis ahora que me retiré. Pues no. Su cuarto estaba tan negro como la pez, tan espesas eran las tinieblas – porque las ventanas estaban cerradas cuidadosamente por miedo a los ladrones-, y, seguro de que él no podía ver la puerta entreabierta, continué empujándola un poco más siempre un poco más.

Había introducido mi cabeza y me disponía a abrir la linterna, cuando mi pulgar resbaló sobre el cierre de hierro estañado y el anciano se incorporó en su lecho preguntando:

-¿Quién anda ahí?.

Permanecí completamente inmóvil y nada dije. Durante toda una hora no moví un solo músculo, y en todo ese tiempo no oí que volviera a acostarse. Continuaba sentado en la cama, escuchando, exactamente lo mismo que yo lo había hecho durante noches enteras, oyendo a las arañas en la pared.

De pronto oí un débil gemido. Me dí cuenta de que se trataba de un lamento de terror mortal. No era un lamento de dolor o tristeza, ¡oh, no!; era el murmullo sordo y ahogado que escapa de lo íntimo de un alma oprimida por el espanto. Yo ya conocía bien ese murmullo. Muchas noches, precisamente al filo de la medianoche, cuando todos dormían, irrumpía en mi propio pecho, excavando con un eco terrible los terrores que me consumían. Digo que lo conocía bien. Sabía lo que estaba sintiendo el viejo y sentía piedad por él, aunque la risa llenase mi corazón. Sabía que él continuaba despierto desde que, habiendo oído el primer rumor, se movió en la cama. Sus temores habían ido siempre en aumento. Procuraba persuadirse de que eran infundados. Habíase dicho a sí mismo: “No es nada. El viento en la chimenea. Un ratón que corre por el entarimado”, o: “Simplemente un grillo que canta”. Sí, procuró calmarse con estas hipótesis. Pero fue todo inútil. Fue todo inútil, porque la Muerte que se aproximaba había pasado ante él con su gran sombra negra, envolviendo con ella a su víctima. Y era la influencia fúnebre de su sombra no vista lo que le hacía sentir -aunque no viera ni escuchara nada- lo que le hacía sentir la presencia de mi cabeza en su cuarto.

Después de haber esperado largo rato, con toda paciencia, sin oír que se acostara de nuevo, me aventuré a abrir un poco la linterna, pero tan poco, tan poco como si nada. La abrí tan furtivamente, tan furtivamente, como no podréis imaginároslo, hasta que, al fin, un único y pálido rayo, como un hilo de telaraña, salió por la ranura y descendió sobre su ojo de buitre.

Estaba abierto, enteramente abierto, y, al verlo, me encolericé. Lo vi con nitidez perfecta. Todo él, de un azul mate y cubierto por una horrorosa nube que me helaba la médula de los huesos. Pero no podía ver ni la cara ni el cuerpo del anciano, porque dirigía el hilo de luz, como por instinto; precisamente sobre el maldito lugar.

¿No os he dicho ahora que apenas es una hiperestesia de los sentidos aquello que consideráis locura?. Entonces, os digo, un rumor sordo, ahogado, continuo llegó a mis oídos, semejante al producido por un reloj envuelto en algodón. Inmediatamente reconocí ese sonido. Era el corazón del viejo, latiendo. Excitó mi furor como el redoble del tambor excita el valor del soldado.

Me dominé, no obstante, y continué sin moverme. Apenas respiraba. Tenía quieta en las manos la linterna. Esforzándome en conservar el rayo de luz fijo sobre el ojo. Al mismo tiempo, el pálpito infernal del corazón era cada vez más fuerte, más apresurado, y sobre todo, más sonoro. El pánico del anciano debió de ser tremendo. Este latir, ya lo he dicho, volvíase cada vez más fuerte, minuto a minuto. ¿Me oís bien? Ya os he dicho que era nervioso. Realmente lo soy, y entonces, en pleno corazón de la noche, en medio del temible silencio de aquella vieja casa, un ruido tan extraño hizo penetrar en mí un pavor irresistible. Durante algunos minutos me contuve y continué tranquilo. Pero la pulsación hacíase cada vez más fuerte, siempre más fuerte. Creí que el corazón iba a estallar, y era que una nueva angustia se apoderaba de mí; el rumor podía ser oído por algún vecino. Había sonado la hora del viejo. Con un gran alarido, abrí de pronto la linterna y me precipité en la alcoba. El viejo dejó escapar un grito, uno solo. En un momento le derribé al suelo, depositando sobre él el tremendo peso del lecho. Sonreí entonces, complacido, viendo tan adelantada mi obra. Durante algunos minutos, el corazón, sin embargo, latió con un sonido ahogado. A pesar de todo, ya no me atormentaba. No podía oírse a través de las paredes. Por fin, cesó. El viejo estaba muerto. Levanté la cama y examiné el cuerpo. Sí; estaba muerto, muerto como una piedra. Puse mi mano sobre su corazón y estuve así durante algunos minutos. No advertí latido alguno. Estaba muerto como una piedra. En adelante, su ojo no me atormentaría más.

Si insistís en considerarme loco, vuestra opinión se desvanecerá cuando os describa las inteligentes precauciones que tomé para esconder el cadáver. Avanzaba la noche y yo trabajaba con prisa, pero en silencio. Lo primero que hice fue desmembrar el cuerpo. Corté la cabeza. Después, los brazos. Después, las piernas.

En seguida arranqué tres tablas del entarimado y lo coloqué todo bajo el piso de madera. Después volví a poner la tablas con tanta habilidad y destreza, que ningún ojo humano ni siquiera el suyo- hubiese podido descubrir allí nada alarmante. Nada había que lavar, ni una mancha. Ni una mancha de sangre. No se me escapó pormenor alguno. Una cubeta lo hizo desaparecer todo… ¡Ah! ¡Ah!

Cuando terminé todas estas operaciones eran las cuatro y estaba tan oscuro como medianoche. En el momento en que el reloj señalaba la hora, llamaron a la puerta de calle. Bajé a abrir, confiado, porque, ¿qué era lo que tenía que temer entonces?. Entraron tres hombres, que se presentaron a mí cortésmente como agentes de policía. Un vecino había oído un grito durante la noche y le hizo despertar la sospecha de que se había cometido un crimen. En la comisaría había sido hecha una denuncia y aquellos caballeros -los agentes- habían sido enviados para practicar un reconocimiento.

-El grito- les dije- lo lancé yo, soñando. El viejo -añadí- está de viaje por la comarca.

Conduje a mis visitantes por toda la casa. Les invité a que buscaran, a que buscaran bien. Por fin; los conduje a su cuarto. Les mostré sus tesoros, con perfecta seguridad, en perfecto orden. Entusiasmado con mi confianza, les llevé unas sillas a la habitación y les supliqué que se sentaran, mientras yo, con la desbordada audacia del triunfo absoluto, coloqué mi propia silla exactamente en el lugar que ocultaba el cuerpo de la víctima.

Los agentes estaban satisfechos. Mi actitud les había convencido. Sentíame singularmente bien. sentáronse y hablaron de cosas familiares, a las que contesté jovialmente. Pero, el poco rato, me di cuenta de que palidecía y deseé que se fueran. Me dolía la cabeza y me parecía que mis oídos zumbaban. Sin embargo, ellos continuaban sentados y prosiguiendo la conversación. El zumbido hízose más claro. Persistió y volvióse cada vez más perceptible. Empecé a hablar copiosamente para liberarme de tal sensación. Pero ésta resistió, reiterándose de tal modo, que no tardé en descubrir, por último, que el rumor no nacía en mis oídos.

Sin duda, me puse entonces muy pálido. Pero seguía hablando sin tino, elevando el tono de mi voz. El ruido aumentaba siempre. ¿Qué podía hacer?

Era un ruido sordo, ahogado, continuo, semejante al producido por un reloj envuelto en algodón. Respiraba con dificultad. Los agentes nada oían aún.

Hablé más de prisa, con mayor vehemencia. Pero el rumor crecía incesantemente. Me levanté y discutí sobre tonterías, con voz muy alta y violenta gesticulación. Pero el rumor crecía siempre. ¿Por qué ellos no se querían marchar?. Comencé a andar de un lado para otro de la habitación, pesadamente, dando grandes pasos, como exasperado por sus observaciones. Pero el rumor crecía incesantemente. ¡Oh Dios! ¿Qué podía yo hacer? Echaba espumarajos, desvariaba, pateaba. Movía la silla en que estaba sentado y la hacía resonar sobre el suelo. Pero el rumor lo dominaba todo y crecía indefinidamente. Hacíase más fuerte cada vez, más fuerte, siempre más fuerte. Y los hombres continuaban hablando, bromeando, sonriendo. ¿Sería posible que nada oyeran? ¡Dios Todopoderoso! ¡No, no!; ¡Estaban oyendo, estaban sospechando! ¡Sabían! ¡Estaban divirtiéndose con mi terror! Así lo creí y lo creo ahora. Pero había algo peor que aquella agonía, algo más insoportable que aquella burla. No podía tolerar por más tiempo aquellas hipócritas sonrisas. Me di cuenta de que era preciso gritar o morir, porque entonces… ¿Lo oís? ¡Escuchad! ¡Cuán alto, cuán alto, siempre más alto, siempre más alto!

-¡Miserables! – exclamé-. ¡No disimulen por más tiempo! ¡Lo confieso todo! ¡Arranquen esas tablas! ¡Aquí, aquí! ¡Es el latido de su horroroso corazón!.

1. Escribe el resumen del texto:

  1. Describe los lugares en donde se desarrollan las acciones:
  2. ¿Cómo es el ambiente en el que se desenvuelven los personajes?.
  3. ¿Qué características tiene el comportamiento del narrador?.
  4. ¿Cuál es el tema del texto?

III. Con base en las respuestas anteriores, menciona cuáles son los rasgos recurrentes de forma y de contenido del escritor Edgar Allan Poe:

Comenta las respuestas con tu asesor de contenido.

Con la lectura atenta del siguiente esquema podrás reconocer cómo se manifiesta el estilo propio de un autor en sus obras:

FORMA se refiere al

MANEJO DEL LENGUAJE

por ejemplo  METÁFORAS

 SIMBOLISMOS  VOCABULARIO SENCILLO

 

1.1 ESTRUCTURA DE PERIÓDICOS Y REVISTAS

La información periodística que recibimos cotidianamente llega a nosotros a través de los medios impresos, radiofónicos y televisivos de comunicación de masas. Por lo regular, los medios impresos que informan al público son los periódicos y las revistas.

¿Sabes tú por qué razón el papel y el diseño de los periódicos son más sencillos que los de las revistas, si ambos tienen la función de informar? o ¿por qué estos textos siguen un modelo determinado para organizar su contenido?.

Para analizar la estructura de este tipo de textos es necesario que consigas un ejemplar reciente de cada uno de ellos (un periódico y una revista).

Bien, ¿ya los tienes a la mano?. Obsérvalos, toma uno y luego otro, hojéalos. ¿Puedes identificar las características de estas publicaciones?.

Enseguida se enlistan algunos indicadores para precisar sus particularidades:

Periódico Revista

Como pudiste notar el periódico aparece en forma diaria y se encarga de transmitir informaciones nuevas y casi de manera inmediata (incluso existen periódicos matutinos, vespertinos o últimas ediciones). Su periodicidad influye en su forma: los periódicos son un conjunto de hojas sueltas impresas en papel sencillo.La revista puede ser semanal, quincenal, mensual, etc. y maneja información comentada o analizada, por lo que se puede especializar en ciertos temas: políticos, deportivos, espectáculos… Debido a su periodicidad, las revistas están encuadernadas, cuentan con una portada y papel más fino.

Ya que hemos establecido esta distinción, nos adentraremos en la estructura del periódico. Para ello observa las siguientes reproducciones a escala de la primera plana de dos diarios de circulación nacional:

 

 

 

 

 

 

 

Lo primero que habrás notado es que existen dos tamaños o formatos de periódico:

Mide 58 x 39 cm y tiene ocho columnas.

Mide 38 x 29 cm, aproximadamente, y tiene cuatro columnas.

Las reproducciones corresponden a la primera plana, que se compone de los siguientes elementos:

LOGOTIPO O TÍTULO DEL PERIÓDICO: La mayoría se ubica en la parte central superior; en ocasiones, los espacios que quedan a sus lados, llamados “orejas”, se cubren con anuncios pequeños.

LEMA: Frase publicitaria que señala el objetivo del periódico.

FECHARIO: Indica el día de la publicación, así como el número del diario, el año, tomo

o volumen. También señala el nombre del director general.

TITULARES O ENCABEZADOS: Que colocan la noticia principal de manera breve y llamativa, se escriben con letras más grandes y marcadas (negritas).

CINTILLO: Consigna la segunda nota más importante del día. No todos los periódicos utilizan cintillo.

FOTOGRAFÍAS: Ilustran por lo regular, alguna de las noticias principales.

TEXTOS: Se distribuyen en columnas, y ocupan un mayor o menor espacio de acuerdo con su importancia.

Si revisas tu periódico con minuciosidad observarás que la información periodística se organiza en secciones, que están distribuidas a lo largo del mismo. Éstas agrupan la información de acuerdo con la temática de los textos periodísticos, y varían según el tipo de periódico, el público que pretende informar, las intenciones que persigue, etc.

¿Puedes identificar las secciones que tiene tu periódico?.

Como ves, entre las principales secciones que contiene un periódico se encuentran las

siguientes:
Información general: nacional o internacional Espectáculos/carteleras
Política Cultural
Economía/finanzas Policiaca/nota roja
Deportes Sociales

Ahora que conoces la estructura de un periódico, examina el que tienes en tus manos. ¿Puedes identificar cuál sección tiene mayor importancia para éste?, ¿a qué tipo de público se dirige?, ¿cuál crees que sea su intención?.

Bien, ahora analizaremos la estructura de las revistas. Como ya se mencionó, su periodicidad es variada (semanal, quincenal, mensual, etc.) y cuentan con una portada llamativa que anuncia la información más importante.

Enseguida ilustramos algunas portadas para que identifiques los datos que aparecen en ellas:

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Como puedes apreciar cualquier portada incluye los siguientes elementos:

NOMBRE O LOGOTIPO DE LA REVISTA FECHA TÍTULO DE ALGUNO

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

TEXTOS FOTOGRAFÍAS O ILUSTRACIONES

Los contenidos de las revistas son variados y, de acuerdo con ellos, éstas pueden clasificarse en semanales de análisis político, mensuales de literatura, quincenales juveniles, mensuales femeninas, etc.

Si revisas las primeras páginas de tu revista encontrarás un índice o sumario que informa del contenido, descubrirás si tiene secciones fijas y columnas de colaboradores permanentes.

A continuación te presentamos ejemplos de índices y sumarios que permiten identificar de qué tipo es la revista, con qué secciones cuenta, si tiene columnas de colaboradores permanentes, etc.

Al observar la portada y el índice de la revista que conseguiste ¿puedes saber cada cuándo aparece?, ¿podrías decir de qué tipo es?, ¿y a qué tipo de público se dirige?, ¿qué secciones tiene?.

21 Algunos tipos de revistas se utilizan como fuentes de investigación documental, pues abordan temas de carácter científico, social, tecnológico, etc. Por ejemplo, ¿tu maestro te pidió investigar sobre la contaminación en la Ciudad de México o sobre el sida?. Entonces debes saber que existen magníficas revistas nacionales de difusión científica; editadas por el CONACYT y las universidades:

 

 

 

 

 

 

 

 

¿El maestro de Ciencias Sociales te solicitó investigar sobre las elecciones, repercusiones de la política gubernamental en la sociedad o temas de este tipo?. Para documentarte puedes consultar diversas revistas de información y análisis político, como son:

2.1. 2 PERIODISMO DE OPINIÓN

Es el tipo de periodismo en donde se analiza, opina y enjuicia, principalmente a través del editorial y del artículo que como sabes pertenecen al género periodístico de opinión. Tanto el editorial como el artículo se dirigen a los lectores que se interesan por la política

o por un tema en especial, pero cuyo interés no radica en la información sino en la opinión que de ella se tiene. Abarcan los temas principales que se discuten tanto nacional como internacionalmente y los presentan más allá de la simple narración de los hechos para abocarse a tendencias y modelos.

El editorial y el artículo de opinión de fondo -llamados por algunos página abierta-tienen las mismas características en cuanto a la intención que presentan en el manejo de la información. El editorial se considera una opinión de la empresa periodística, que procura explicar la realidad política, económica y social del mundo que afecta a los lectores. Los artículos de fondo (o firmados) aparecen a un lado de los editoriales, e incluye el nombre de quien los elabora, pues se trata de la opinión particular del periodista.

¿Puedes identificar las semejanzas que existen entre el editorial y el artículo?. ¿Cuáles son sus diferencias?.

Las características propias del editorial y del artículo son las siguientes:

  1. Explicar los hechos. El editorialista explica a los lectores, en la forma más conveniente, la importancia de los sucesos del día. Así, puede convertirse en una especie de maestro de escuela que explique cómo ocurrió un hecho, qué factores intervinieron en el cambio de actitud del gobierno o en qué forma nuevas medidas afectarán la vida social y económica de la comunidad.
  2. Dar antecedentes. Además de reconocer la importancia del hecho, el editorialista procura situarlo en su contexto histórico; es decir, relacionarlo con lo ya acontecido. Al analizar la tendencia a corto plazo de los acontecimientos tratará de aclarar la continuidad de los negocios públicos. Señalará la relación entre acontecimientos separados, sean políticos, económicos, sociales, etc. Habrá ocasiones en que presentará un panorama más amplio y en que ofrecerá devastadores paralelismos históricos que, en lo general, instruyan y orienten el criterio del lector.
  3. Formular juicios. Los editorialistas son guardianes, no oficiales, de la conciencia pública. Se supone que deben tomar partido y defender su postura como cualquier otro intelectual. De aquí que se ocupen de juicios morales, lo que los filósofos llaman “juicios de valor”. Informan a sus lectores lo que está bien y lo que está mal en el mundo; es decir defienden el bien y luchan por él, según su personal punto de vista.

En el siguiente editorial observaremos cómo se presentan algunas de las características mencionadas anteriormente. Léelo con cuidado.

TEXTO 22 Estabilidad petrolera 22

México y Kuwait se comprometieron a unificar sus sin pertenecer a la citada organización figura también esfuerzos en pro de lograr la estabilidad del en el mercado mundial como una de las industrias mercado internacional del petróleo, de procurar más desarrolladas. Otro aspecto que reviste que la extracción del energético no lesione al importancia es que de esta manera se toman medio ambiente y que las utilidades que produzca providencias para que el mercado petrolero no vuelva sean en beneficio de sus pueblos. Lo anterior a tener sacudidas violentas y resultados negativos quedó establecido en la entrevista que tuvieron el para las economías de los países como aconteció en presidente Carlos Salinas de Gortari y el emir del los años ochentas. Es con diálogo y con intercambio Estado de Kuwait, jeque Jaber Al Ahmad, quien de tecnología, consideran los dos jefes de Estado, visita oficialmente nuestro país. La declaración es como se contribuirá a que este determinante mercado importante debido a que Kuwait, miembro de la mundial deje de ser vulnerable y no desvirtúe su OPEP, es uno de los productores más destacados objetivo: mover al mundo. a nivel internacional y porque nuestro país

Al analizar el texto encontramos que:

22 Tomado de La Prensa. 4 de junio de 1992.

  1. Da a conocer un suceso considerado como de mayor importancia en la parte que va desde: “México y Kuwait se comprometieron a unificar sus esfuerzos” hasta “quien visita oficialmente nuestro país”.
  2. Formula juicios de valor cuando el periodista escribe: “La declaración es importante…”.
  3. Relaciona este hecho con otra época histórica al comentar que esta unión de esfuerzos es una providencia “… para que el mercado petrolero no vuelva a tener sacudidas violentas para la economía de los países como aconteció en los años ochentas”.

En el texto que se presenta a continuación identifica las características del editorial que se encuentren presentes. Escribe las respuestas que hayas seleccionado en los espacios correspondientes.

TEXTO 23

Dos grandes peligros23

Científicos de las Naciones Unidas ya habían señalado los dos más graves problemas que afronta la humanidad debido a la contaminación: la posibilidad de que la capa de ozono que protege la vida contra las radiaciones perjudiciales del sol siga deteriorándose hasta llegar a permitir el paso de los mortíferos rayos ultravioleta y, el otro, la creciente amenaza de un sobrecalentamiento de la Tierra, producido por tantos gases que lanzan al aire millones de industrias, causantes del llamado efecto de invernadero. Se antoja imposible que, ante estos peligros, perjudiciales para todos, incluidas las naciones industrializadas, generadoras de la mayor parte de la infición, haya países que se nieguen a colaborar reduciendo sus emisiones de gases, pero, por desgracia, se están viendo resistencias a hacerlo.

23 Tomado de Excélsior. 4 de junio de 1992.

El sobrecalentamiento tendría efectos desastrosos, pues al fundirse los hielos que cubren el casquete polar ártico y la Antártida, ello haría subir el nivel de los mares. Todos los puertos quedarían bajo las aguas y, en algunos casos, también grandes extensiones de tierra situadas a poca altura sobre el nivel del mar. Para evitar la perforación de la capa de ozono las industrias no deben quemar ya combustibles fósiles. La transformación sería muy cara y por eso los poderosos, que no quieren dejar de obtener ganancias, se niegan a aceptar el cambio y alegan razones inadmisibles. Parece mentira. Sin embargo, para salvar la vida en este planeta, se requiere que actúen unas cuantas naciones, también amenazadas, desde luego, por la destrucción.

  1. Suceso que se da a conocer:
  2. Juicios de valor:
  3. Relación de acontecimientos:

En el capítulo 3 encontrarás una explicación más detallada sobre los textos de opinión: el editorial, el artículo y la columna.

RECAPITULACION

Observa detenidamente el siguiente esquema y podrás reconocer cómo se vinculan los contenidos que estudiaste en el capítulo, además de identificar las semejanzas y diferencias que existen entre la información y la opinión, así como entre la redacción y el debate.

LA INFORMACIÓN ES LA RELACIÓN OBJETIVA DE